La tarde

De enseres

Por Rosa Espinoza

El sol se inclina, alarga la sombra de los árboles, mientras los segundos transcurren. Son gigantes oscuros que preludian la oscuridad.

Los postes se elongan cortando los muros de las casas en sagas imaginarias de espanto, hay algo de miedo en la noche venidera, algo de terror escondido que se acomoda bajo las camas.

El viento apacible le inventa alas a las flores que se dispersan breves sobre los jardines, tiñen los pies de las jacarandas y se mezclan con la tierra.

Las hormigas aprovechan la cosecha que el viento les otorga y cargan sobre sí mercancías purpúreas.

Las aves comienzan su andadura hacia las copas que, como mujeres festivas, danzan al son de la música que las frondas ofrendan.

La luz se recuesta sobre las bancas solitarias peinando con tibieza el rostro de los andantes. Todo es un anticipo al descanso, a la levedad de la noche en primavera.

Me gusta andar por los parques cuando la tristeza se disipa y antepone al porvenir que será un sueño.