Por Yolanda Sánchez Ogás
A finales de la década de los años veinte, Mexicali contaba con una incipiente industria conformada por las cervecerías Mexicali y Azteca, la Unión Lechera Mexicana Higiénica, Compañía Harinera de la Baja California, la Compañía Productora de Vinos y Hielo de Mexicali, la vinatería La Perla de Jaquejel, soderías. Las actividades recreativas proliferaban; cantinas, casinos y restaurantes.
Funcionaban también la Jabonera del Pacífico, donde se despepitaba y empacaba el algodón. La Despepitadora de la colonia Progreso y Anexas, Transportadora y Exportadora de Mariscos, la Mexican-Chinese Ginning Company, la Lower Colorado River Ginning Company, la Compañía Compresora y de Almacenaje de la Baja California, todas estas, relacionadas con la producción agrícola del valle.
Estas empresas iniciaron el desarrollo económico de Mexicali, pero a fines de la tercera década, se vio frenado por la crisis económica que azotaba a Estados Unidos y al mundo. Mexicali sufrió los efectos de esa crisis que tuvo fuertes repercusiones en las ciudades fronterizas mexicanas. En Mexicali, una de las primeras consecuencias fue el aumento de población debido a la medida tomada por Estados Unidos, que repatrió a los mexicanos radicados en su territorio.
Estos compatriotas regresaron a México, con intenciones de volver a sus estados de origen, pero muchos se quedaron en las ciudades fronterizas. En Mexicali aumentó la población mexicana, antes escasa. En 1930 había en el municipio 29,985 habitantes; 14,842 en la ciudad y 15,143 en el campo. El 75% eran mexicanos y el 25 por ciento restante, extranjeros estadunidenses, chinos, japoneses e indostanos principalmente.
Para resolver el problema del desempleo y la necesidad de alimentar a los repatriados, el gobernador Carlos Lerdo de Tejada, en 1931, rebajó los salarios a la burocracia y a los profesores. Estas medidas generaron inconformidad en esos sectores y ante las críticas, organizó un programa de obras públicas para crear empleos.
Se nivelaron alrededor de cincuenta calles y cien banquetas, se instalaron arbotantes y más de 300 focos. Construyó 10 parques públicos, bardas y albercas a las escuelas de la ciudad y se plantaron miles de arbustos. Con el mismo objetivo se arreglaron los caminos y canales. Estas obras fueron un paliativo para los desempleados, pero la crisis más fuerte se manifestaba en el valle por el bajo precio del algodón.
Los salarios de los trabajadores del campo se redujeron drásticamente. También la superficie sembrada de algodón disminuyó. De las 58,000 hectáreas que se sembraban antes de la crisis, en ese tiempo, bajaron a 40 000, en 1931-1932, en la siguiente temporada se sembraron 27,600 hectáreas, llegando a 10 800 hectáreas en el periodo 1932-33, casi todas subsidiadas por la Jabonera del Pacífico. Muchos empresarios chinos de San Francisco, quienes rentaban tierras en el valle, las abandonaron.
Al levantarse la cosecha en septiembre, el precio del algodón se redujo a 4 centavos la libra, lo que generó grandes pérdidas a los agricultores y a la Colorado River Land Company. Por el bajo precio del algodón, muchos agricultores decidieron no levantar la cosecha. Este ciclo agrícola de 1932 ya de por si amenazado por los bajos precios, sufrió otro duro golpe con un acontecimiento natural insólito. El 13 de diciembre de 1932 los pobladores vieron con sorpresa algo espectacular; una gruesa capa de nieve cubría Mexicali.
Los cachanillas estaban acostumbrados a las bajas temperaturas, a veces acompañadas por gélidos vientos que, como decían los mexicalenses, “calaban hasta los huesos”. Las mangueras se congelaban, la tierra amanecía cubierta de escarcha y donde había un chorro de agua se formaba un cordón de hielo, a eso estaban acostumbrados los mexicalenses, pero ver cubiertas de nieve las calles y edificios fue otra cosa.
Las fotografías de la época nos muestran edificios como el palacio de gobierno, el palacio municipal y la Jabonera del Pacífico cubiertos de nieve. Estas bajas temperaturas, entre otros efectos hicieron más difícil los trabajos del campo. Si en las mañanas, en un invierno normal, el hielo endurecía las hojas y el casquillo de la mota de algodón, volviéndose filosas navajas que cortaban las manos de los pizcadores, con esta nevada fue imposible pizcar.
Cada año, las últimas pizcas, en pleno invierno, fueron siempre un sacrificio para los pizcadores, porque los casquillos cortaban las manos, pero en diciembre de 1932, la situación fue peor. Por varios días se suspendieron los trabajos del campo debido a la baja temperatura. Esa nevada fue un hecho que no se ha repetido en Mexicali desde ése invierno de 1932.
*Cronista del Valle de Mexicali, maestra y escritora.