Las torres de San Vicente
están que se caen de risa
al ver a los vicenteños
en túnica y sin camisa
Así decía una copla que la gente de San Vicente cantaba, para burlarse de la miseria que sufrían los soldados y sus familias durante los años que duró la guerra de independencia. Era tanta la pobreza que algunos vicenteños hacían ropa de costales de yute para poder vestirse.
En un informe que se mandó a la capital de la Nueva España, José Manuel Ruíz, entonces comandante de la escolta de la misión de San Vicente Ferrer, que era el centro militar de la Frontera, se quejaba de las carencias que padecían los soldados:
“Me fue preciso mandar la recua del rey a San Diego en busca de bastimento para medio socorrer las necesidades que esta pobre tropa padece y, es regular, que cuando ésta regrese, repita otro viaje a buscar algún ganado, pues de lo contrario padecerán de hambre estos infelices que me quebran el corazón, verlos muertos de hambre y desnudos” (…)
Durante los años que en el centro del país tenía lugar la guerra de independencia, San Vicente era la frontera misional de la Antigua o Baja California. Entonces apenas con unas cuantas poblaciones surgidas alrededor de las misiones. Conectadas las misiones de la Baja California con las de Alta California a través de un camino misional, desde San Fernando Velicatá hasta San Diego, correspondió a los dominicos la construcción de misiones para formar la cadena misional a lo largo de la costa del Pacífico.
En 1780 los padres Miguel Hidalgo y Joaquín Valero construyeron la misión de San Vicente. Con el tiempo se construyeron otras misiones al norte; Santo Tomás, San Miguel y El Descanso, pero en 1810, al iniciarse la guerra de independencia, San Vicente era la Frontera, es decir, la cabecera del territorio dominico.
Para esa época, el florecimiento de San Vicente y el resto de las misiones estaba en decadencia. San Vicente, con una población estimada en 770 personas cuando se fundó, para 1805 sólo tenía entre 200 y 300 personas, la mayoría indígenas.
Misioneros y soldados, quienes podían tener información sobre los acontecimientos ocurridos en la nueva España, poco interés tuvieron en difundir entre la población indígena, las noticias sobre el desarrollo de la guerra en el centro del país, en busca de la libertad de los mexicanos.
En consecuencia, esa larga lucha de once años que fue la guerra de independencia no tuvo repercusiones militares en Baja California. Sin embargo, sus efectos sí se sintieron. Cada misión contó siempre con el apoyo de algunos soldados, pero en La Frontera, el número era mayor, por eso, allí se sintieron más los efectos de la guerra.
Durante los once años que el país estuvo en guerra, los soldados no recibieron sus salarios, víveres y uniformes que, hasta antes de la guerra, el gobierno virreinal enviaba. Si siempre fue difícil el traslado de los haberes para los soldados, debido a la distancia y el tiempo que tardaba en llegar un barco con lo correspondiente a la tropa, pero durante la guerra, las carencias se acentuaron. El gobierno virreinal dedicó todos sus recursos a acabar con la lucha insurgente en el centro y sur del país y poco le importó atender a los soldados que tenía en las lejanas Californias.
En la península no hubo luchas armadas, pero si se sintieron los efectos de la guerra porque dejaron de llegar los barcos con pólvora, velas, tabaco, telas, ropa, comida, todo lo que requería la población de las misiones y que no se producía en éstas. Se suspendió el pago de los soldados y el envío de uniformes. La población empezó a carecer de lo necesario para subsistir.
En 1821, la guerra terminó en el centro del país. Insurgentes y españoles aceptaron el plan de Iguala y los dos ejércitos se unieron constituyendo el Ejército Trigarante. El 27 de septiembre de 1821 hizo su entrada triunfal a la capital y un día después se firmó el acta de Independencia de México.
Igual que los años de guerra, en Baja California la consumación no tuvo mayor trascendencia. Fue después, cuando algunos barcos piratas chilenos, ingleses, franceses y peruanos recorrieron las costas de las Californias, que entonces abarcaba también la Alta California, cuando el gobierno, temeroso de una invasión se interesó en esta región.
Los piratas saquearon algunas poblaciones y esto preocupó a las autoridades del centro del país, entonces ya gobernado por el emperador Agustín de Iturbide. El gobierno envió una comisión de funcionarios para que hicieran la declaración de independencia en las poblaciones más importantes de las Californias.
La comisión llegó a la misión de San Vicente y el comandante José Manuel Ruíz ordenó a la población que se reuniera. Después de leerse el Acta de Independencia, el Plan de Iguala, el Tratado de Córdova y otros documentos, Juan Manuel Ruíz ordenó a la tropa que presentara armas.
Después, los soldados y toda la población aceptaron y juraron la independencia de México, que ese día se celebró con una salva de disparos de cañones y el repique de las campanas de la misión de San Vicente. Al día siguiente hubo una misa solemne. Así se consumó la independencia de México en el actual estado de Baja California, el 22 de mayo de 1822.
Ahora que los nuevos libros de texto eliminaron las historias regionales y la nacional, será importante que los bajacalifornianos busquen otras fuentes, de las que hay muchas. Lo poco que se incluye en los textos de primaria contiene muchos errores. Ejemplos: la leyenda “El muchacho travieso”, la más larga de las leyendas cucapá, la sintetizan en unos diez renglones cortos y se encuentran errores de contenido, ortográficos y de traducción.
En el tema artesanías, dicen que una canasta es de Baja California, hecha por indígenas “cochimi”. En Baja California no existe ese grupo y las canastas son elaboradas principalmente por los kumiai. En una línea de tiempo sobre la vida de Juárez se menciona, equivocada, su fecha de nacimiento dos veces el 18 de marzo, y otras tres fechas también equivocadas. Todos los mexicanos sabemos que nació el 21 de marzo. Imperdonables, esos errores sobre el presidente al que AMLO quiere compararse y lo menciona con demasiada frecuencia.