De en seres/Kinsugi
Por Rosa Espinoza/Infosvia
Estamos hechos de heridas. Nuestro cuerpo es la muestra. Si repasamos tramo a tramo nuestra piel hallaremos enmendaduras, rastros, huellas de la vida. No siempre hay memoria suficiente que recupere el origen de esas fisuras, sólo queda la cicatriz como prueba de que algo pasó: un descuido, una caída, un rasguño.
Hay otras heridas que no habitan la piel, se manifiestan a través del dolor, dejan mella. Son enmendaduras del corazón que habitan una remembranza, lágrimas secas ocupando un lugar en el pecho.
Somos ese jarrón restaurado que ostenta sus marcas con oro. Joyas contundentes que evidencian la gran herida que nos constituye.