Por Yolanda Sánchez Ogás/Infosavia
En el kilómetro 92 de la carretera Ensenada-San Felipe, en el poblado Héroes de la Independencia, a ocho kilómetros hacia el norte, se localiza la comunidad indígena Pa Ipai de Santa Catarina. Actualmente el camino de la carretera a la comunidad ya está pavimentado. La comunidad debe su nombre a que allí, en 1797 se fundó una misión dominica a la que llamaron Santa Catarina Virgen y Mártir.
En la comunidad existen una escuela primaria y un jardín de niños. Los Pa Ipai conservan muchos de sus elementos culturales; lengua nativa, danza, música y algunas tradiciones alimenticias y artesanales. Mantienen algunos juegos indígenas como el piak, que los niños practican en las escuelas y la autoridad educativa organiza un torneo de piak entre los alumnos de las escuelas de las comunidades indígenas.
Cada año, en agosto se celebra la fiesta tradicional, que igual que en otras comunidades consiste en reunir a personas de todos los grupos nativos y visitantes de las ciudades. Los dirigentes dirigen unas palabras y durante el día se ofrece comida, barbacoa, se baila y canta con la participación de sus propios cantantes y algunos invitados. Todos participan en el baile, el kuri kuri.
Durante la noche, se enciende la fogata y continúa la música y danza. Estas fiestas tradicionales pueden durar de uno a tres días. Se hacen anualmente, salvo los años en que la comunidad está de luto.
Las tierras que ampara la resolución presidencial de los Pa Ipai son áridas, sólo cuentan con el agua del arroyo Jaktujol. Existe un dispensario médico y varias iglesias. El terreno no permite la agricultura por ello, los hombres trabajan en los ranchos cercanos, como vaqueros. Algunos Pa Ipai también son dueños de ganado.
La principal actividad artesanal de las mujeres es la elaboración de vasijas de barro. Utilizan técnicas tradicionales: recolectan el barro, lo secan, lo muelen en el metate, y lo dejan remojar dos o tres días. Hacen la base de la vasija utilizando vieja como molde. Hacen una tortilla de barro, la colocan sobre la nueva, le agregan tiras de barro y las aplanan con una piedra, hasta darle el tamaño y la forma deseada.
Terminada la vasija, la dejan secando dos o tres días y después, juntan seis o siete y las queman en un horno cavado en la tierra, las cubren con troncos de palmilla o estiércol. Las dejan quemando durante toda la noche y por la mañana se sacan, se dejan enfriar y están listos para su venta.
LEYENDA DEL MONSTRUO JALKUTAT
En el arroyo que cruza la comunidad de Santa Catarina se encuentra una gran piedra con un hueco en el centro, que según versión de algunos Pa Ipai, se prolonga con cierta profundidad. Benito Peralta, decía que esa era la casa donde hace mucho tiempo, habitó un monstruo que se tragaba a los indígenas que se acercaban al lugar. Las paredes tienen un color rojizo y dice: “es la mancha de sangre de los Pa Ipai que se comió el monstruo”
Un poco más abajo, por el mismo arroyo, está una piedra grande que tiene forma de asiento: “Después de comerse a los hombres, ahí se sentaba el monstruo a descansar” decía Benito.
Estos elementos permiten que la leyenda siga viva y forme parte de las historias que los indígenas cuentan en relación al origen de su población.
En alguna ocasión, sentados sobre la piedra o “casa de Jalkutat” Benito Peralta nos contó su versión de esta leyenda:
Dicen que antes habitaba un animal aquí y cuando se arrimaba otro animal o gente, se lo tragaba. Estuvo aquí por muchos años. Nadie se acercaba al animal, porque le tenían miedo. La gente vivía en un lugar que le dicen San Pablo. Pero un día, vino un joven muy valiente a matarlo.
Un día de invierno, estaba soplando norte, salió de San Pablo el joven a matar el animal. Había los que no querían que se arrimara. Pero dicen que el hombre tenía buena puntería y dicen que era ligero, se confiaba en sí mismo porque era valiente y ligero.
Cuando vino, estaba haciendo mucho viento, anduvo espiando al animal; cazándolo agazapado. El monstruo estaba arriba de una piedra tomando sol. Dicen que era un animal muy grande y dicen que parecía gente. El joven cargaba un arco, atizó para calentar el pedernal. Ya que estuvo caliente y se puso colorado, lo metió a la jara.
Le metió el jarazo al monstruo, en el puro medio. Como era ligero el muchacho, cuando cayó el dragón, al instante arrancó. Agarró para el sur. A cierta distancia volteó, divisó como una llamarada que agarró para este rumbo. Era la lengua del animal. Agarró la llamarada lamiendo para este rumbo. Tiró para el este; no lo alcanzó. Tiró una llama hacia el sur y casi lo alcanzó, faltó poquito.
El guerrero llevaba un gorro de junco, se lo quitó y se quitó los huaraches. Ahí dio vuelta la llamarada. Así se escapó el hombre. Cuando mataron al monstruo la gente se arrimó para acá. Ahora aquí vivimos. Ahora aquí el arroyo se llama Jaktujol (agua que retumba)
Mucho más antes nadie se arrimaba aquí por ese animal. Ese animal dicen que se llamaba Jalkutat”
Versión original de Benito Peralta; Comunidad Pa Ipai de Santa Catarina.