Camino a Babel

Ornitorrincos/Camino a Babel

Por Iliana Hernández/Infosavia

Recuerdos donde tú eres yo

y haces el mismo gesto de amor en la oscuridad.

Blanca Varela

I

Blanca recorre las calles de Lima, recuerda su juventud y su rostro anguloso de entonces, sus grandes ojos oscuros que persiguieron versos ácidos, una anciana no deja de rezar y esparcir incienso, perfuma lo irreal de su piel marchita y parda sobre las paredes percudidas de la Iglesia de San Francisco.

II

La poesía de Varela regresa constante a los ciegos, nos da luz a todos. Hay machetes en ella blandiendo carnes de vacas, desollando perros, hay manos que al juntarse emiten una luz irreal, el amor es una música andina que sólo se escucha muy pocas veces en una vida entera. Setenta veces siete un buitre sobrevolará la Plaza de Armas buscando a la hembra, extrañando sus ojos de monte eterno.

III

Blanca camina por el centro y se pierde en la niebla perenne de las cuatro de la tarde, hay muchachos que venden naranjas o leche asada, observa cómo se escurren por las calles más desiertas y los sigue, persigue el recuerdo de su hijo Lorenzo, fruto que cayó al precipicio desde un avión, Arequipa formó otro vientre que lo consuela. Blanca extiende sus manos y acaricia la frente, es su hijo perdido.

IV

En las calles de Grau la gente vende a gritos, hay gorros, chompas, papayas, termos chinos, arroz con huevo, frituras de yuca y un tendedero de muecas para acercar al transeúnte a su mercancía. Blanca se confunde entre el griterío y busca la salida, la empujan hasta el barrio chino y se sienta afuera de un restaurante que exhibe patos asados colgando de un alambre. La poesía es lo que va y viene dentro de uno, el tumulto y la llama que sólo se enciende para una y para siempre, ella observa la calle, escucha y escribe en modo gatuno: no le debe nada a nadie.