Por Rosa Espinoza* Cuelgan como falda maltrecha. Se dejan abrazar por un juego de aros pendulantes que evocan garigoles o aretes toscos de damiselas groseramente vestidas. Al correrse, tras del baño, cantan. Una deliciosa tonada de frescura, olor a jabón y augurio optimista se escucha al abrirse el telón al final de cada función. Teatro minimalista...