Bicitecleando: Hardfuck, Harfuch

De rodillas la transformación cuaternaria se viene abajo. El poder militar y policiaco regresa con flores guindas, y no importa que los desaparecidos no aparezcan. Ayotzinapa (Apá, ni ztoy ya) es un teatro de telarañas donde la tierra sabe dónde están, pero no la dejan hablar. La simulación para ya irse del poder a descansar tiene que ver con el show mediático desde palacio. Las versiones sólo son humo para que las becas que llegan y las pensiones que maquillan las regiones del poder silencioso de las fuerzas violentas, aparecen como islas de regionalidad. Pero en realidad, y no soy de derecha ni de izquierda siniestra que pacta, el país es una broma pesada. Si sólo criticamos las cúpulas del poder haciendo citas referenciales de filósofos que antes denunciaron el fascismo, como citar por ejemplo a Hirschman, en un contexto un tanto cuanto jalado, para que los contrarios encumbrados en imbecilidades queden en ridículo, cuyo teatro ya todos sabemos que feneció, no da para mucho.

Desde dentro hay contradicciones, se caen las verdades que ni históricas y ni siquiera verdades a simple vista. Ya, el discurso del poder, avalado por 30 millones, y hoy quizás más, anda tambaleando. Lo que es evidente es que el poder de las armas, la violencia y la impunidad, se da, venga de donde venga. Narco, militar, policiaco, político o gubernamental. O todos juntos. Ya nada puede ser oculto, aunque todo tenga esa sensación de ocultarlo todo. Ya nada puede ser verdad, aunque todo tenga esa sencación de que todo es mentira. Se le cree al pueblo, ese que está despierto, pero no se le cree cuando cuestiona lo que no se cree y es evidente que hay pactos allá, arriba, o acá abajo, en los infiernos de las batallas de las calles, de los pueblos desplazados, de la gente que se va porque las fauces deliran por tragarse lo que queda de vida. Sí, el barco se hunde y hace aguas, pero ai vienen los nuevos y nuevas a recatarlo. Esperemos, como siempre, los villanos, los pobladores, las trabajadoras, los ausentes del discurso, las perseguidas, asumir otra vez, que somos todos, una y ninguno. Y a ellos, en el poder, los que lo quieren, no les importa.