Durante la semana en Mexicali, se han dado una serie de apagones de energía en varias colonias. La ciudadanía, a merced de la gran empresa de energía federal, la CFE, ha sufrido, bajo 45 grados centígrados, una especie de impotencia inesperada e inhóspita. Como ciudadana una y uno no puede más que sufrir el calor sudando y agotados, despotricar contra lo que ni se sabe, y esto ya es un desgaste mental e ideológico. Nah, podrán decir los técnicos ingenieros electricistas besándose con los académicos de las energías sustentables, pero la verdad es que no tienen ninguna respuesta lógica. No hay información sobre la catástrofe y, sin embargo, el recibo de cobro de la energía consumida siempre llega a tiempo. Hay una especie de sentimiento de ajenidad y desolación, de un sentir de vasallos del imperio que decide, mediante políticas y estratagemas de austeridad, que hay cosas que ni qué, como decía Schopenhauer. Pero mi percepción es que los apagones suceden por dos básicas premisas: 1, lo hacen a propósito para manifestar que son los poseedores del maná; 2, son mediocres en su profesionalidad. También percibo que ambas premisas pueden entremezclarse. De manera que su mediocridad profesional es justificación de su superioridad inepta, pero sin remedio. Mientras el ciudadano suda, aunque la paga haya sido hecha, ello no es garantía de ductilidad o bienestar, sólo significa que en lo individual no seas sujeto de violencia de corte de suministro. Sin embargo, el corte a nivel comunal, ya es una violencia premeditada de Estado. Nah, dirán los técnicos que ponen cables en los postes que se besan con los choferes de las patrullas que levanta indigentes y se comen sus tacos de guisado diario. La verdad, es que los apagones no tienen justificación en una zona donde no tener energía para encender ventiladores significa una agresión a la vida. Así como es evidente la no solución a la violencia con las desapariciones, los feminicidios, los cortes de agua, el agandalle de los territorios indígenas, la indiferencia gubernamental se torna en un apagón ideológico. Sólo vemos la luz cuando nos dan la luz, y ello se torna en puz.