Por Yolanda Sánchez Ogás
En Mexicali y en el valle residían cientos de japoneses y la población los miraba con recelo, sobre todo después de que México declaró el rompimiento de relaciones con Japón y Alemania, lo que obligó al gobierno mexicano a declarar el Estado de Guerra el 22 de mayo de 1942.
A los japoneses se les consideró posibles espías y fueron desterrados de la ésta ciudad mientras que a los ciudadanos se les preparaba en caso de un posible ataque japonés, como por ejemplo, simulacros como apagar la luz.
Unos meses antes, los japoneses habían atacado Pearl Harbor, y México como aliado de Estados Unidos, tuvo que declararle la guerra a Japón. El gobierno mexicano cometió entonces un acto vergonzoso contra ciudadanos japoneses que en su mayoría estaban dedicados a diversas actividades productivas.
La migración japonesa a Mexicali tenía ya una larga historia en Mexicali. Ellos fueron parte del desarrollo agrícola y comercial de esta ciudad, pero durante la Segunda Guerra Mundial fueron víctimas de agravios que de alguna manera hacen que la sociedad mexicalense esté en deuda con ellos. Ahora contribuyen con el comercio y su industria maquiladora en la productividad del estado.
Llegaron a esta localidad a inicios del siglo XX. Su objetivo era cruzar ilegalmente a Estados Unidos y quienes no lo lograron se quedaron en Mexicali.
En 1908 una nueva Ley de Migración mexicana restringió la entrada a japoneses y sólo podían entrar al país ascendientes y hermanos menores, siempre que se comprobara legalmente su parentesco.
En 1917, se firmó un convenio entre México y Japón, que dio el derecho a estos últimos radicados en la nación a ejercer algunas profesiones. Ese documento le dio a la población japonesa características diferentes a la población migrante china.
Llegaron médicos, farmacéuticos, dentistas, parteros y veterinarios, pero casi todos se quedaron en el Distrito Federal y Guadalajara. Los que arribaron a Baja California algunos fueron profesionistas, otros trabajaron la minería y la mayoría en la agricultura.
Pronto se incorporaron al resto de la población y padecieron menos xenofobia en su contra en comparación que los chinos.
El señor Tsutsumi Sankichi llegó a Mexicali en 1919 y recordaba que había entre 600 y 700 japoneses esperando cruzar a Estados Unidos. Quienes no lo lograron se quedaron en Mexicali aportando su trabajo, como por ejemplo, agricultores unos y otros laborando en las obras de irrigación
A partir de 1921 se incrementó la inmigración japonesa a México, mediante el YOBIYOSE, éste era el derecho de los japoneses radicados en México para requerir a sus parientes cercanos, de acuerdo con el Tratado de Comercio y Navegación firmado entre ambas naciones en 1924. Muchos japoneses se casaron por carta poder y solicitaron autorización para traer a sus esposas.
Al respecto, la señora Sadame Toyana recuerda que su mamá llegó a Mexicali para casarse. Por ese tiempo, en el valle y la ciudad vivían jóvenes japoneses solteros, cuando ya tuvieron sus campos de cultivo y contaban con dinero, establecieron sus casas.
Uno de los que arribó a la ciudad, regresó a Japón llevándose fotos de sus compañeros para que allá les buscaran esposas. El señor que llevó la foto de su papá conocía a las dos familias de los futuros esposos y concertaron el casamiento. Se pusieron de acuerdo y el matrimonio de su mamá se realizó por carta poder: con una foto del futuro contrayente y ella presente. Por esa razón se vino de Japón, entró por San Francisco y de allí a Mexicali en un furgón que era exclusivamente para personas que venían del país asiático a México.
Su madre llegó a estación Cassey y su papá invitó a todos los japoneses de los alrededores y le hizo a su esposa una recepción de matrimonio. En dicha estación radicaba la familia de su esposo. Después, ya como familia, vivieron en las colonias agrícolas: Cerro Prieto, Paredones y La Carranza; siempre trabajando la tierra.
Para 1930 había 2 mil 75I inmigrantes japoneses en México, de los cuales 764 estaban en Baja California, región donde se concentraba el mayor número.
Muchos seguían introduciéndose de manera ilegal. Existe un telegrama fechado el 23 de enero de 1917, donde se hacía saber a la Secretaría de Relaciones Exteriores que en Mexicali había 23 japoneses detenidos en barcos clandestinos, acusados de violar las leyes de migración. Muy pocos legalizaban su situación migratoria porque era un trámite que duraba años.
El señor Takugoro Shibayama fue pionero en el cultivo del algodón en Mexicali junto con otros japoneses que llegaron una década atrás. Adquirieron tierras de cultivo convirtiéndolas en un emporio algodonero ante la gran demanda de la materia prima.
En 1937 cuando se realizó la reforma agraria, los japoneses perdieron sus tierras y se trasladaron a la ciudad donde establecieron diversos negocios.
Al desatarse el ataque a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941, Estados Unidos declaró la guerra a Japón y ordenó al gobierno mexicano que alejara de las ciudades fronterizas a los residentes japoneses.
De la lista negra entregada a México, algunos debían abandonar Baja California en una semana, otros en 15 días. Se trasladaron a Temixco, Morelos y a la ciudad de México, quedándose más de tres años y sosteniéndose con sus propios recursos. El gobierno mexicano no les brindó apoyo a pesar de que algunos tenían décadas viviendo en Baja California.
Fueron obligados a salir de Mexicali con unas cuantas pertenencias. Algunos, mal vendieron sus propiedades, otros las dejaron encargadas con mexicanos.
El señor, Takugoro Shibayama y su familia se trasladó a México, ahí se encargó de administrar el campo donde se recluyó a los japoneses que no tuvieron medios para sobrevivir.