Por Rosa Espinoza/Infosavia
Sales a la calle y el barullo. En el mercado la música revuelta con las voces, el rechinar de los carritos o la bolsa que se abre a los tomates, no son armonía. El silencio puede ser también bullicio. Bajo las sábanas, en la negrura y con la cabeza oculta, un estruendo arremete contra la quietud. Y buscas callarlo, simular que no existe, que el cansancio repara sus indicios, pero no. Nada ataja la boruca de la jaula de tu pecho. El sigilo es un sueño, una utopía, una promesa inservible, una noche de eternas cicatrices, habita la vigilia.