Carlos Alberto Gutiérrez Aguilar*
Juan Pablo era un estudiante de 14 años que en 2022 acudía a la telesecundaria Josefa Vergara, de la ciudad de Querétaro. Durante meses había sufrido acoso de otros estudiantes por su origen otomí y porque, practicante de la lengua de sus mayores, no hablaba bien el español. El 6 de junio de ese año dos alumnos rociaron alcohol en su mesabanco. El adolescente se sentó y, al sentir su ropa mojada, se puso de pie. Entonces, uno de sus compañeros le prendió fuego a su pantalón, lo que le ocasionó a Juan Pablo quemaduras de segundo y tercer grados (Fuentes, 2022).
Desafortunadamente, el de este niño indígena no es un caso aislado –aunque logró gran difusión debido al clamor de justicia de sus padres–. La discriminación por la forma de hablar afecta en nuestro país al 20 por ciento de la población, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS) 2022. Respecto de Baja California no se difundió este dato, pero sí se publicó que las acciones discriminatorias en general aumentaron en un 34.5% en la entidad entre 2017 y el año pasado (INEGI, 2023), por lo que podemos suponer que la discriminación lingüística también se elevó.
Es una situación que no debería estar ocurriendo. Desde hace décadas, los especialistas en el estudio de los idiomas han reconocido que ninguna lengua es superior a otra (por ejemplo, el español con relación al otomí) y que, incluso, las variedades entre un mismo idioma tienen el mismo valor. No existe, pues, una forma correcta de hablar, sino que todas las formas de expresión son igualmente válidas; lo que existe es una manera adecuada de expresarse oralmente en una situación determinada.
Este es un aprendizaje que se ha debido facilitar en las aulas de educación básica desde 1993, cuando la Secretaría de Educación Pública adoptó el enfoque comunicativo y funcional en la enseñanza de nuestro idioma, por lo que esta asumió el “propósito central (de) propiciar que los niños desarrollen su capacidad de comunicación en la lengua hablada y escrita” (SEP, 1993, p. 15). En el programa de español para la educación primaria del plan de estudios que se puso en marcha ese año se anotaba: “Un propósito que se persigue a lo largo de los seis grados es que los niños, al mismo tiempo que conocen y hacen propias las normas y convenciones comunes del español, adviertan que su idioma es parte de la cultura de pueblos y regiones, que tiene matices y variaciones entre distintos ámbitos geográficos y que se transforma y renueva a través del tiempo” (SEP, 1993, p. 29; las cursivas son mías).
La SEP se incorporó, de esa manera, a una tendencia internacional en la que, “con el fin de lograr un conocimiento más profundo del lenguaje, se concede prioridad a lo social antes que a lo lingüístico” (Lavandera, 1988; en Lomas, 1999, p. 162). Es decir, más que centrar la mira en cómo debe usarse el idioma (la forma correcta de expresarse), se centra en cómo se usa cotidianamente (la forma real de expresión). Así, sabemos que cuando hablamos utilizamos (de acuerdo con Lomas, 1999, p. 163):
- “unas u otras variedades geográficas o dialectos” (no hablan igual un sinaloense o un yucateco, por ejemplo);
- “unas u otras variedades sociales o sociolectos” (no hablan igual un alto empresario o un albañil, un niño o una niña, un joven o un anciano);
- “unas u otras variedades funcionales o situacionales” (no habla igual una persona en un contexto formal o en uno informal, al hacer una solicitud respetuosa o un reclamo enérgico, al expresar cariño o rechazo).
- “unos u otros estilos o idiolectos” (ninguna persona habla igual que otra, por más cercanía que exista entre ambas ⎼los gemelos, por ejemplo).
Cuando lo anterior se ignora o no se acepta se incurre en prejuicios lingüísticos, que –de acuerdo con el catedrático español Jesús Tusón (citado en Lomas, 1999, p. 235)– “inciden sobre lenguas y hablantes que alguien puede considerar extraños a niveles diferentes: 1) porque ciertos hablantes usan una lengua que a ese alguien le es poco o nada conocida; o 2) porque aquéllos (sic) hablan una variedad de la lengua que no es la propia del predicador (…)”. De esa manera, en ese alguien prejuicioso se manifiesta el “racismo, orientado ahora hacia las lenguas y los hablantes”.
En marzo pasado mostraron su talante prejuicioso el periodista del portal Latinus Carlos Loret de Mola y sus reporteros que presentaron un reportaje donde criticaron los nuevos libros de texto para primero de primaria, que empezarán a utilizarse en el próximo ciclo escolar. Hicieron sus señalamientos, según afirmaron, en base a análisis realizados por “especialistas en educación” a quienes jamás identificaron (Azueta, Astorga, Peralta y Rosas, 2023).
La información causó un gran revuelo, por lo que permeó en muchas personas, como era el objetivo, sembrando la idea de que la SEP pretende “normalizar” formas incorrectas de hablar (como dijistes e hicistes), que presenta en el libro Nuestros saberes (SEP, 2022).
Lo que no dijeron los periodistas –quizá porque los “especialistas” a quienes supuestamente consultaron no se lo hicieron ver– es que en el propio texto se explica que tales formas verbales se emplean en ciertas situaciones (“con la familia o las personas conocidas”), pero que no se utilizan en la escritura o cuando los interlocutores son menos conocidos para el hablante (SEP, 2022, p. 12).
En la misma obra –que está dirigida también a los profesores e, incluso, a los padres de familia, con el propósito de que acompañen a los niños en su aprendizaje– se explica este fenómeno lingüístico:
“Hay dos formas básicas de entender lo que pasa en una lengua. Se puede hacer desde una postura en la que se conciba que hay maneras correctas o incorrectas de comunicarse. A esto se le llama postura prescriptivista (prescribe cómo usar la lengua). Sin embargo, cualquier lengua tiene múltiples variantes históricas, sociales y culturales. Entre más personas la usan, esas variantes se amplían. Por ello, en la actualidad se asume una postura descriptiva sobre la lengua (…)”. (La postura descriptiva pretende explicar por qué los hablantes emplean cierta forma lingüística, sin juzgarla).
Sobre la s que se añade al final de algunas conjugaciones verbales, el libro expone: “Esta /s/ aparece porque las personas buscan regularizar la forma del pretérito perfecto simple al del resto de los verbos en segunda persona (por ejemplo, amaste es diferente a amas, amarás, amabas, porque no tiene /s/ al final)”.
Y señala enseguida: “Es importante crear conciencia entre los alumnos sobre el hecho de que las formas de hablar son variadas para evitar juicios por la forma de expresión. Esto va de la mano con reconocer en qué situaciones conviene ajustar o matizar las expresiones (algo que todas las personas hacen)” (SEP, 2022, p. 12).
No existe, pues, la pretensión de que los estudiantes aprendan a hablar mal –como lo afirmaron los periodistas mencionados y lo repitieron muchos comentaristas–, sino de continuar con la ruta iniciada en 1993 de aplicar en clase el enfoque comunicativo y funcional de la enseñanza del español. Puede leerse en el texto escolar:
“Es importante reconocer que todas las lenguas tienen variantes. En muchas ocasiones, se consideran esas variantes correctas o incorrectas. Sin embargo, todas las variantes tienen una explicación histórica y social por la que surgieron, de modo que no hay variantes correctas o incorrectas, sino el uso cotidiano de ciertas formas que son aceptadas por una comunidad.
“Por ello, hay que habituar a los alumnos a considerar que todas las maneras de expresión son posibles. Ayude a precisar que las características de las situaciones (el tipo de eventos, las personas con las que se interactúa, el espacio físico, el formato, entre otras variables) inciden al elegir una forma de expresión u otra” (SEP, 2022, p. 10; negritas, en el original).
En verdad, la inclusión en los nuevos libros de texto del contenido criticado por los periodistas es un acierto. Cassany, Luna y Sanz consideran que “el enfoque didáctico de la diversidad sociolingüística es básicamente actitudinal y empieza desde los primeros años de vida. Los niños, por ejemplo, deben deducir que su lengua no es la ‘lengua’ y que los demás no hablan de una manera extraña, sino distinta” (2001, p. 458).
El español estándar o forma correcta de hablar es, en realidad, una variedad más de las muchas que tiene nuestro idioma, según explicó al periodista Julio Hernández López la lingüista Violeta Vázquez Rojas (Julio Astillero, 2023). No es, pues, la única manera en que se usa la lengua de nuestros mayores ni la única que debe aceptarse socialmente. Es la que goza de mayor prestigio, nada más.
Que nuestros niños aprendan lo anterior es por completo conveniente. “Hay que transmitir y promover una actitud que sea capaz de comprender la diversidad lingüística como natural y fomentar el respeto hacia todas las lenguas y hacia todas las variedades. Diferente no quiere decir extraño” (Cassany, Luna y Sanz, 2001, p. 458).
De esa manera, se forjarán generaciones más conscientes de la diversidad lingüística y de la propia forma de usar nuestro idioma, así como más respetuosos de los demás hablantes. Habrá menos casos como el de Juan Pablo. Y menos periodistas como Loret de Mola y su equipo de reporteros.
Referencias
Azueta, A., Astorga, J., Peralta, M., Rosas, T. (2023, 22 de marzo). Libros para la militancia: Así educará la SEP a estudiantes de 6 años. Loret en Latinus: 22 de marzo. [Video] Youtube https://www.youtube.com/watch?v=yn7k9aYKHmE&t=1157s
Cassany, D., Luna, M., Sanz, G. (2001). Enseñar lengua. Graó.
Fuentes, G. (2022, 9 de julio). Juan Pablo fue quemado por ser otomí. Y agredieron a 1,200 niños indígenas en 2 años. SinEmbargo. https://www.sinembargo.mx/09-07-2022/4214282https://www.sinembargo.mx/09-07-2022/4214282
INEGI (2023). Encuesta Nacional sobre Discriminación ENADIS 2022. Presentación de resultados. https://www.inegi.org.mx/contenidos/programas/enadis/2022/doc/enadis2022_resultados.pdf
Julio Astillero (2023, 27 de marzo). ¿Corrección lingüística? ¡Ataques a 4T, editoriales enojadas y clasismo!: Violeta y Esthela. Astillero Informa. [Video] Youtube https://www.youtube.com/watch?v=yEwcvObx5Vg
Lomas, C. (1999). Cómo enseñar a hacer cosas con las palabras. Teoría y práctica de la educación lingüística. Vol. II. Paidós.
SEP (1993). Plan y programas de estudio de educación básica. Primaria.
SEP (2022). Avance del contenido para el material educativo. Nuestros saberes: libro para alumnos, maestros y familia. Primer grado. (Material en proceso de edición). https://drive.google.com/file/d/1Wb8Q3C40GGj7MHeqSYSxvvGJP9MWEXL7/view
*Profesor especializado en Literatura y Lingüística por la UABC y divulgador de la historia local. Correo electrónico: gutierrezaguilar.ca@gmail.com. Sitio web: Tallereando.net.
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