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Una morra que narra. En papel y pantalla

 

Foto: Leah Kelley, Pexels.
Por Malibé Rosas

A la especie humana siempre nos ha gustado inventarnos historias para narrarnos el mundo.  Creo que es un impulso muy natural, desde pequeños amamos que nos cuenten historias y le vamos descubriendo el gusto a contar. Nací en 1980 y tuve el privilegio de nacer en una casa donde la palabra era muy importante; desde una conversación hasta las palabras contenidas en libros, con las que poco a poco me fui familiarizando. Las narraciones orales eran importantísimas, como escuchar a mis tías contando historias familiares o platicando sobre algún libro. Y también estaba la televisión. Ya no era sólo la oralidad o los libros, las imágenes animadas de la hora de las caricaturas también me ayudaban a crear historias, al contrario de lo que algunas veces se decía.

En la adolescencia debo decir que no me fue fácil encontrar pares con quienes pudiera compartir lo literario desde los libros, pero encontré mi lugar en un grupo de teatro donde contábamos historias no sólo con palabras, sino usando todo el cuerpo.  En esos años adolescentes, hice un amigo en Ciudad de México con quien, a través de cartas y copias fotostáticas, nos llegamos a compartir cuentos sobre todo de terror y fantásticos. Las cartas de varias páginas tardaban mucho en llegar desde la capital a Mexicali, pero así descubrí cuentos y autores a los que yo sola no hubiese podido llegar o hubiera sido mucho más difícil conseguir ese material.

Con el cambio de siglo, el internet posibilitó grupos y comunidades para compartir literatura a distancia, ya fuera en foros, blogs, e intercambios de PDF por correos electrónicos. 

Ahora me maravillo con todas las posibilidades que da lo literario a nuestro alrededor: videojuegos que cuentan una historia elaborada y se pueden jugar entre amigues, ver películas o series. Pero no se queda en sólo leer lo creado por voces legitimadas por una editorial, empresa o institución ¡tenemos la posibilidad de crear y compartir nuestros textos en diferentes soportes! desde crear fanfiction en un blog, escuchar un audiolibro y experimentar con nuevos códigos literarios en plataformas como Instagram, twitter y tik tok. Podemos hacer videopoesía para compartirla en redes, hablar del libro que nos gustó, hacer nuestro canal booktuber o un podcast de literatura.

Pienso en estas posibilidades de comunicación actuales y cómo ahora estamos en el momento histórico donde tenemos más acceso a historias y estamos rodeados de lo literario, si lo apreciamos así. La gente grande, como esta cuarentona que escribe, tenemos la mala costumbre de decir que tiempos pasados fueron mejores, pero estoy segura que si hablara con la adolescente que fui, ella estaría feliz en poderse conectar con otres lectores, que disfrutan no sólo los libros de papel y escriben sus propias historias sin miedo a soltar la voz.  ¡Larga vida a lo literario en todos los soportes posibles!

*Malibé Rosas Robles. Ciudad de México, 1980. Cachanilla por adopción desde 1983. Se autonombra gestora de espacios para la alegría. Se dedica a hacer gestión cultural y es amante de las historias, por eso cuenta cuentos con la palabra y el cuerpo. Comparte su casita hobbit con cuatro gatos.