Por Carlos Alberto Gutiérrez Aguilar*
Corría el primer semestre de 2012. Me encontraba en un aula de sexto semestre explicando a mis alumnos sobre la realización de nuestro proyecto de la materia de Métodos de Investigación, cuando colmó mi paciencia una jovencita que no dejaba de platicar con su compañera que se sentaba detrás de ella. Le llamé la atención. “¡Soy multitask!”, me respondió con toda la tranquilidad y seguridad del mundo. “¡Pues yo no lo soy y quizá algunos de tus compañeros tampoco lo sean”, le contesté. Procedió a sentarse correctamente, sumamente molesta, y guardó silencio el resto de la clase.
Al igual que ella, muchos adolescentes y jóvenes deambulan por la vida seguros de que gozan de habilidades extraordinarias por el hecho de haber nacido y crecido en un entorno pluritecnológico –y muchos adultos también han caído, o hemos caído, en esa trampa–: son capaces de realizar diversas actividades al mismo tiempo de una manera eficiente (es decir, son multitaskings o multitareas) por el hecho de ser nativos digitales: “buscan con frecuencia contenido no relacionado con los cursos, usan Facebook, envían correos electrónicos, hablan por sus teléfonos celulares y envían mensajes de texto mientras hacen el trabajo escolar” (Junco y Cotten, 2012).
Debido a este comportamiento creciente se ha reforzado la creencia de la multitarea eficaz. Más y más estudiantes presentan actitudes similares a la que mostró mi alumna de preparatoria, con repercusiones dañinas tanto para ellos mismos como para quienes los rodean y resultan igualmente víctimas de la distracción, pues, de acuerdo con diferentes investigaciones, sus efectos son nocivos para el aprendizaje.
Precisamente, la UNESCO previene –en su informe sobre la educación en el mundo correspondiente al año actual, dado a conocer el pasado martes 25–: “Las notificaciones entrantes o la mera proximidad de un dispositivo móvil pueden distraer a los alumnos y hacer que pierdan la atención de la tarea que están realizando (…) También se observan efectos negativos en los alumnos por el uso de ordenadores personales para actividades no académicas durante la clase, como navegar por Internet, y en sus compañeros que tienen a la vista la pantalla” (UNESCO, 2023, p. 81).
La concepción de las nuevas generaciones como un sector poblacional cuyo ADN prácticamente contiene el progreso tecnológico llevó al escritor y conferenciante estadounidense Marc Prensky a acuñar el término nativo digital en 2001, el cual “tomó fuerza entre legos y académicos por igual, haciéndonos creer que los niños que crecen en la era digital adoptaron nuevas formas de aprender e interactuar y, en consecuencia, necesitaban en la escuela el mismo entorno de aprendizaje rico en tecnología que experimentaban en su tiempo libre” (Støle, 2020, p. 50).
Uno de los efectos de este ambiente de desarrollo sería el surgimiento de la multitarea con un presunto elevado nivel de eficiencia –actividad que, en realidad, ya era practicada por quienes procedemos de las décadas anteriores–. Sin dudar de su utilidad, los jóvenes la emplean como una “estrategia de gestión de la información”, según dicen Junco y Cotten (2012).
Estos investigadores explican que “en ninguna parte es más evidente la penetración de las tecnologías sociales y el potencial para realizar varias tareas a la vez que en los campus universitarios. Los estudiantes universitarios son parte de una generación digital, nacida en una época en que las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) dominaban nuestra sociedad; nunca han conocido un momento en el que no fuera norma utilizar las TIC para realizar las actividades diarias”.
¿Qué características tiene esta generación, los nativos digitales? De acuerdo con Prensky, “[…] están acostumbrados a recibir información muy rápidamente. Les gustan los procesos paralelos y la multitarea. Prefieren gráficos en lugar de textos y no lo contrario. Prefieren el acceso aleatorio (como el hipertexto). Funcionan mejor cuando están conectados a la red. Crecen en la gratificación instantánea y las recompensas frecuentes. Prefieren los juegos al trabajo serio” (Prensky, 2001; citado por Støle, 2020, p. 50).
Por lo anterior, ser multitareas es, para ellos, una necesidad.
Pero, en los casos de quienes asisten a los planteles, su promedio de calificaciones se ve afectado de manera negativa, pues “utilizar Facebook o enviar mensajes de texto mientras se intenta completar el trabajo escolar puede poner a prueba la capacidad de procesamiento cognitivo de los estudiantes e impedir un aprendizaje más profundo” (Junco y Cotten, 2012).
Igualmente, Bowman y otros (2010) exponen que cuando se usan las aplicaciones digitales de manera intensiva y simultánea con tareas que no están relacionadas con lo académico el rendimiento es deficiente y se afecta la lectura, ya que el material de estudio se procesa de manera superficial.
Lo anterior ocurre porque “la gente no puede realizar múltiples tareas de forma eficaz –explica la psicóloga Alyst Castro–; esto se debe a que en su mayor parte el cerebro no puede concentrarse en más de una cosa a la vez. Lo que sí se puede hacer, es cambiar nuestro enfoque de una cosa a otra con una velocidad asombrosa” (Castro, 2015). Esto último es lo que causa la creencia de la multitarea efectiva.
No obstante, esta práctica puede ser una estrategia formativa siempre y cuando se eviten los problemas de falta de concentración, para lo cual es de gran utilidad el uso de un ambiente de estudios virtual, de acuerdo con Giler, quien presenta una propuesta de aplicación en la materia de química en bachillerato. Expone el investigador que “la multitarea es un modelo de aprendizaje, que, para superar las distracciones del entorno escolar, necesita de concentración, compromiso y el conocimiento de los estilos de aprendizaje del estudiantado” (Giler, 2021, p. 18).
“Entrenar la capacidad de realizar simultáneamente múltiples tareas o actividades académicas –argumenta– mejora el desempeño y las habilidades escolares, cuando se capta positivamente la atención, logrando un mejor rendimiento académico. Sin embargo, la eficacia escolar, asociada al aprendizaje multitarea, se perfecciona con la motivación constante y el uso de técnicas grupales de concentración” (Giler, 2021, p. 28).
Bowman y otros (2010) señalan también ventajas en, por ejemplo, el uso de la mensajería instantánea durante los periodos de trabajo escolar, pues aseguran que “si la revisión y el envío de mensajes está relacionado con la actividad académica en la que se encuentra el estudiante, se obtiene como resultado una mejoría en la participación de la clase”.
A pesar de estas bondades, los investigadores españoles Alfredo Rodríguez Muñoz y Mirko Antino llaman a las nuevas tecnologías “un arma de doble filo” en cuanto a su uso en ambientes escolarizados y consideran que “los centros educativos deberían regular y/o reducir el uso del móvil dentro del aula, ya que supone un claro distractor y mina el compromiso y la energía del alumnado” (Rodríguez y Antino, 2021, p. 8).
En su reciente Informe GEM 2023 sobre tecnología y educación, la UNESCO hace referencia a las prohibiciones puestas en marcha en algunos países –que además están preocupados por la falta de seguridad de los datos personales de los alumnos–, pero considera que impedir el uso de dispositivos electrónicos no es la única solución, sino que apuesta por una educación tecnológica a partir de tres líneas de acción:
- Se deben establecer políticas claras de lo que sí y no se permite en las escuelas, en base a acuerdos fundamentados en evidencia sólida.
- Es preciso tener claridad del papel que juegan las nuevas tecnologías en la educación y en su uso responsable al interior de los planteles.
- Es necesario que los estudiantes aprendan sobre los riesgos y las oportunidades que representa el empleo de dispositivos electrónicos, el desarrollo de habilidades críticas y que aprendan a vivir con la tecnología y sin ella (UNESCO, 2023).
Las medidas deben tomarse de manera urgente; de lo contrario, en el futuro próximo se padecerán las consecuencias de la formación deficiente de las generaciones de hoy.
Referencias
Bowman, L., Levine, L., Waite, B., y Gendron, M. (2010) Can students really multitask? An experimental study of instant messaging while reading. Computers & Education, 54(4), 927–931. https://doi.org/10.1016/j.compedu.2009.09.024
Castro, A. (2015). Comportamiento multitarea e implicaciones neurocognitivas. Unidad de Neuropsicología Dr. Julio Borges Iturriza. Seminario, cuarto trimestre. https://www.neuropsicologiahuc.com.ve/seminarios/Comportamiento%20multitarea.pdf
Giler, P. (2021). Aprendizaje multitarea en química y rendimiento académico en estudiantes de bachillerato. Reincisol; Revista de Investigación Científica y Social, 2(3), pp. 15-32. https://doi.org/10.5281/zenodo.7500279
Junco, R., y Cotten, S. (2012). No A 4 U: The relationship between multitasking and academic performance. Computers & Education, 59(2), 505-514. https://doi.org/10.1016/j.compedu.2011.12.023
Rodríguez, A., y Antino, M. (2021). El uso del teléfono móvil en clase y su efecto sobre el engagement académico y el agotamiento: Un estudio de diario en estudiantes universitarios. European Journal of Education and Psychology, 14 (1), pp. 1-10. doi: 10.32457/ejep.v14i1.1401
Støle, H. (2020). El mito del nativo digital: ¿por qué necesitan libros? En Kovač, M., y Van der Weel, A. (eds.). Lectura en papel vs. lectura en pantalla (pp. 49-69), CERLALC. https://cerlalc.org/wp-content/uploads/2020/04/Cerlalc_Publicaciones_Dosier_Pantalla_vs_Papel_042020.pdf
UNESCO (2023) Global Education Monitoring Report 2023: Technology in education – A tool on whose terms? https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000385723/PDF/385723eng.pdf.multi
* Profesor especializado en Literatura y Lingüística por la UABC. Maestro bibliotecario y divulgador de la historia local. Sitio web: Tallereando.net. Correo electrónico: gutierrezaguilar.ca@gmail.com.