Por Gabriela Morgado/Infosavia
Para que algo exista debe haber un espacio, concreto o conceptual.
El conocimiento requiere vacío, la ignorancia no es otra cosa que vacío, ausencia, falta de, limpieza de saber.
El conocimiento genera miedo, porque tememos todo aquello que desconocemos, nos acobardamos ante la ausencia de luz, ante el desconocimiento sobre si nuestros pies seguirán pisando en firme y entonces recurrimos al lugar común, al espacio seguro por ser previamente conocido, sin importarnos que tal vez se encuentre sucio, viejo, irrelevante y arcaico.
Así le sucede al pueblo bueno y sabio. A un pueblo mexicano que ignora no solo por apatía, sino por miedo y malentendida comodidad, porque resulta más fácil pasar los exámenes de un maestro que aplica el mismo año con año y cuyo ejemplar corre como reguero de pólvora por todos los chats de whatsup y los mensajes de Facebook. ¿A quién le importa saber sobre la materia cuando se puede pasar con diez sin hacer esfuerzo alguno?
¿Quién quiere investigar un poco y enterarse que la refinería de Dos Bocas no cumplirá las metas juradas?, ¿Quién quiere saber si el tren Maya será rentable o subsidiado por el gobierno en turno?, ¿A quién leimporta que el hijo del vecino no siga su tratamiento porque el IMSS no tiene el medicamento indicado y la Mega Farmacia tampoco lo pueda surtir?
Vamos hombres y mujeres de México, es claro que es una estupidez poner un Supermercado en la Ciudad de México (CDMX) para llevar una bolsa de papas fritas con limón a Los Cabos porque las tiendas locales sólo tienen de las originales. Llevar una bolsa de papas con limón desde la CDMX a Los Cabos para una sola persona es un gasto necio a todas luces.
Hemos optado por ignorar, hemos optado por la limpieza de pensamiento porque hacernos los “locos” resulta más sencillo, porque reírnos de las ocurrencias y peor aún, defenderlas, resulta más sencillo cuando los argumentos se nos entregan masticados por el líder. Un líder que es un tuerto en tierra de ciegos.
¿Hasta cuando les vamos a dar oportunidad a “éstos” con la cantaleta de que “los otros eran iguales o peores” ?, ¿no sabemos poner límites?, ¿así nos pasa con nuestros hijos? Y por eso no tenemos generaciones mejores a las anteriores. Ahora no se da una nalgada a tiempo porque “lo vas a traumar”, ahora no se sufren consecuencias porque ignoramos la medida de los castigos, porque no supervisamos su cumplimiento.
Convertimos a nuestros gobernantes en el niño malcriado que tenemos en casa. Desconocemos los métodos, las teorías psicológicas, las enseñanzas de antaño que hicieron de varios hombre y mujeres de bien, tal como le sucedió a la humanidad cuando cayó Roma, ahora nosotros estamos cayendo en una época oscura. ¿Exagero? Francamente no sólo no lo creo, sino que estoy segura de que no lo hago.
La política se limitaba antes a las discusiones y desavenencias entre el ejecutivo y el legislativo, mientras el judicial cumplía con hacer prevalecer la ley, ahora se ha desacreditado no solo el mensaje, sino también al mensajero para que la ignorancia campe a sus anchas entre un pueblo que prefiere el vacío de pensamiento.