Por Gabriela Morgado/Infosavia
Del huracán Otis a los intentos dictatoriales de Andrés Manual López Obrador, pasando por los likes de Facebook y Tik Tok hasta llegar a los rincones del cuartel en la ciudad de Tijuana, todo parece ser una sucesión de hechos inconexos y sin sentido, y sin embargo lo son y tienen repercusiones en nuestra vida diaria.
¿Aprendimos algo durante la pandemia? Preguntaba un buen amigo a sus lectores. La respuesta tajante y sin ambages es un rotundo no. ¿Por qué habríamos de aprender algo? Bueno, porque se supone que de las grandes crisis surgen las grandes soluciones, el hombre se crece ante la adversidad y nace de nuestros corazones el amor y la piedad por el prójimo y las desgracias que compartimos.
Pues no. El presidente AMLO sigue igual de confrontacionista; la Marinita sigue igual de insulsa y la señora Monserrat Caballero se mantiene escondida en un cuartel dando discursos sobre seguridad y bienestar.
El huracán Otis por su parte, deja en Acapulco, Guerrero no solo un puerto devastado y familias sin casa, comida, vestido y trabajo, deja al descubierto un gobierno 90 por ciento confiable, pero con 10 por ciento de experiencia para afrontar la crisis.
En Mexicali se dice que los recortes de agua del Río Colorado, que un día sí y otro también nos aplica nuestro vecino amigo americano, no tienen ni tendrán repercusiones en el abastecimiento del vital líquido a sus pobladores; así como se dice que en diciembre Acapulco estará de pie celebrando las fiestas navideñas, porque todo es tan fácil como hacer un hoyo y sacar petróleo (así dijo en una ocasión el habitante de Palacio Nacional)
De Morena a la fecha (porque esto ya se volvió parteaguas) todo sucede aceleradamente: se cae el metro, se muere gente en asaltos carreteros, desaparecen jóvenes y reaparecen en fosas clandestinas, se cierran pueblos amenazados por el crimen organizado, se construyen carreteras a Badiraguato, se desayuna con la familia del Chapo, se come con el líder de algún cartel y todo sigue igual.
Nosotros no aprendemos nada de lo sucedido ni de lo que acontece día a día, ni tampoco nos importa mucho mientras nuestra fuente de trabajo sigue abierta, el dinero fluye en depósitos a las tarjetas del bienestar y el presidente de nuestro “amado” México arremete contra los rateros conservadores, empresarios vendepatrias que desde hace rato nos la vienen debiendo.
Aquí lo importante es caminar de pie, avanzar y tirar el papel del chicle en la banqueta y pegar el chicle sin sabor bajo la mesa del restaurante, donde saciaremos el hambre que nos quita el cheque del bienestar. De la pandemia no hablemos, del huracán menos y si es posible que no me mencionen a los 43 de Ayotzinapa. No estoy yo para lecciones.