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Por Ahora / Avisos de tormenta

 

Por Ahora / Avisos de tormenta

Gabriela Morgado 

Exageremos para ilustrar el tema de la columna. 

Siempre que las autoridades de protección civil estatales y municipales alertan por la presencia de “devastadoras” tormentas que azotaran la ciudad y se toman medidas para evitar daños mayores, como la suspensión de clases, trabajo desde casa para servidores públicos, reparto de sacos de arena, apertura de albergues, instalación de mesas permanentes de los tres órdenes de gobierno para actuar en conjunto y otros tantos detalles, al final nos encontramos con que solo caen unas cuantas gotas que beneficiarán a los dueños de servicios de lavado de autos.

A las tormentas les gusta agarrar a las autoridades desprevenidas y a los ciudadanos en la contemplación. Es casi como a los gobiernos en turno les gusta encontrar a sus contrincantes políticos o mal llamados oposición (oposición es la que encuentro en casa cuando quiero mover de lugar los muebles).

La realidad es una para la autoridad que nos gobierna, otra para los ciudadanos gobernados y otra para los hechos que se suceden una tras otro a cada hora y en cada ciudad y pueblo de este desventurado México.

Negamos los hechos porque en nuestra ignorancia, consideramos que hacerlo produce el mismo efecto que borrar una letra escrita con lápiz: desaparecen casi sin dejar rastro.

Si usted no lee el periódico ni escucha las noticas, y tal vez lea esta columna por pura casualidad obligada por la autora, debe saber que hoy sí y mañana también se producen actos de violencia tan aislada -dice el presidente AMLO- que el desplazamiento de comunidades enteras de un pueblo mágico a otro es solo una anécdota.

Anécdota tras anécdota acumulamos los cuerpos de hombres, mujeres y niños en fosas antes clandestinas y hoy abiertas a la luz por las madres, tías y hermanas de esos seres que alguna vez fueron parte del pueblo bueno y sabio que anónimamente desaparecen, mueren y pasan a las cifras de una lista a otra.

Así se nos presenta la muerte, como una tormenta sin anuncios que se empeña en tomar a las autoridades desprevenidas por el simple hecho del que el trabajo preventivo no se hizo, no se hace y no se quiere realizar.

Un sabio y querido amigo me dijo una vez que el servicio militar debería ser obligatorio para todos los mexicanos (hombres y mujeres), en un principio pensé que su idea era casi comunista (ignorante de lo que el comunismo es), pero ahora entiendo que obligarlo haría más bien que mal sobre adolescentes que sirviendo a la nación (limpiando calles y camellones, asistiendo escolares, aprendiendo civismo, haciendo ejercicio, aprendiendo a trabajar en equipo, etc.) aprenderían a quererla y con ello a defenderla de inútiles mesías que en tierra de tuertos son reyes.

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