Por Iliana Hernández/Infosavia
Los policías derrumbaron la puerta para tratar de salvar lo insalvable. Encontraron, entreverados, dososamentas estupendas, blanquísimas. Sus ropas estaban tan intactas como el colchón que recibió sus últimos besos.
Una vecina en pijama, de esas que todo lo saben y ven, llegó a la acordonada escena y dijo: “Sabía que esto iba a terminar en incendio, uno no va por la vida prendiendo fuego sin saber cómo controlar la flama”. Los uniformados cerraron el caso con un trago de café, al salir de la habitación echaron un último vistazo sintiendo una profunda envidia de aquel abrazo infortunado.