Juzguen Ustedes
Por Carlos Moreno Rodríguez/Infosavia
Emprendí mi viaje a Durango con el anhelo de conocer a mi bisnieta. La falta de conectividad aérea nos llevó, a mi y mi esposa, a recorrer Sonoyta, Cajeme, Hermosillo, Santa Ana, Guasave y demás ciudades, por tierra.
Vivimos los estragos que dejó el pasado huracán:
Carreteras casi destruidas, ausencia demantenimiento. Y en ciudades como Mazatlán, calles inundadas porque los drenajes del malecón colapsaron.
De Mazatlán a Durango tomaos el segundo camión, vimos la gran obra del sexenio de Felipe Calderón pero inaugurado por Enrique Peña Nieto: el imponente puente tirante que une a los estados de Sinaloa y Durango. En tan solo dos horas y media se atraviesa la Sierra Madre Occidental con sus imponentes túneles.
Al llegar a Durango ya me esperaban mis nietas. Linda ciudad la de Durango, con su centro histórico, su quiosco y catedral Juan Pablo II, en honor del papá. Vialidades estrechas de un solo sentido. Su mercado municipal imponente con venta de artesanías.
No puede faltar la bebida tradicional: mezcal ysu alacrán integrado; dulces tradicionales como lascocadas, jamoncillo, pepitorias, y los puestos de comida que se siguen unos tras otros; todo bueno y barato.
En Durango cada calle tiene un negocio donde se vende de todo. El transporte es económico: 11 pesos por viaje, el taxi convencional: 50 pesos por dejarte en el centro.
Y qué decir de los lugares turísticos: El rodeo, San Juan de Dios, el pueblito, paseo del viejo oeste, museo Francisco Villa, museo túnel de minería subterráneo, el teleférico y mucho más.
El viaje tuvo un único propósito: visitar a mi hija y nietas, a quienes no veía cuatro años atrás y el nacimiento de mi bisnieta.
Llegó la hora de regresarnos; mi esposa y yo tomamos el viaje directo a Mexicali en la línea Chihuahuenses, atravesaríamos Sinaloa y Sonora hasta llegar a Mexicali. Evitaríamos la sierra, un mal clima y los asaltos. Pensamos que sería más seguro…ilusos.
Salimos el 2 de diciembre a las 10:30 de la noche. El camión ya había atravesado los estados de Aguascalientes y Zacatecas, la última parada era Tijuana pasando por Mexicali.
Al amanecer nos percatamos que el camión venía repleto de indocumentados, quienes nos tomaron confianza, empezamos a platicar y aceptaron que no eran de México y que su destino inmediato era la ciudad de Caborca, Sonora. (donde hoy, la gente de los chapitos y los familiares de Rafael Caro Quintero se disputan la plaza y el trasiego de indocumentados).
Desde ahí, los polleros los pasarían “pal’ otro lado” hasta Denver o Chicago. El guía que los esperaba se comunicaba constantemente con ellos.
La pesadilla
A las tres de la tarde del 3 de diciembre llegamos a Hermosillo y mientras limpiaban el camión, los pasajeros bajamos por alimentos. Transcurrido el tiempo regresamos; 40 minutos después seguíamos esperando la salida.
En forma extraña, un hombre empezó a tomar fotos del camión, luego, un empleado de la central de autobuses ingresa y pregunta por dos personas, de inmediato se dirige a los indocumentados para informarles que otras personas subirían al autobús y a ellas les tendrían que pagar lo que les demandaran.
A partir de ese momento, las señales de los celulares fueron bloqueada y mágicamente las autoridades locales y federales desaparecieron. Recorrí con la mirada la central y no había un solo uniformado. En ese momento entendí que estaríamos a merced de quién sabe quién.
Aún no procesaba lo que estaba sucediendo cuando, de repente, suben dos jóvenes y dirigiéndose a las 66 personas indocumentadas que nos acompañaban en el autobús, piden 5 mil pesos a cada uno. A los niños les perdonaron el ya inconfundible derecho de piso.
Todo fue rápido. Exigían dinero y lanzaban advertencias: quien no pagara sería sustraídos del camión una vez que éste abandonara la central de autobuses.
Después, su destino sería incierto.
Tan incierto como el darse cuenta que la central camionera de la ciudad de Hermosillo esta controlada por la delincuencia organizada. La connivencia entre autoridades de seguridad y empleados de central fue evidente.
Como fácil fue sacar la cuenta y entender quepor un camión, por lo menos en este en el que yo y mi esposa viajamos, el crimen organizado recolectó en cinco minutos 330 mil pesos, pues todos pagaron.
A pesar de que yo no era indocumentado, tuve que pagar el derecho de tránsito: los tres mil pesos que logré encontrar en mis bolsillos se esfumaron.
Y esta solo fue una parte de la travesía de las personas indocumentadas; todavía les faltaba enfrentar la corrupción del lado americano, donde nos narró un chofer de autobús, una vez que el pollero los cruza por la frontera, del otro lado los detienen los agentes de migración para de inmediato darles asilo bajo la amenaza de muerte.
Ni el gobierno federal, ni el gobierno de Sonora que encabeza Alfonso DURAZO, parecen hacer algo para evitar este atraco, pero lo más grave no es el dinero pues los indocumentados saber que en dicha zona tendrán que pagar parte de lo acordado, lo peligroso es el bloqueo de la señala de celular, lo que te deja totalmente incomunicado, a merced del crimen organizado.
La señal regresa una vez que arribas a San Luis Río Colorado, es decir, luego de dos horas de cometido el atraco y donde nadie puede denunciar.
A mi nadie me lo contó, hoy fui testigo de cómo la delincuencia organizada domina grandes extensiones de territorio, terrestre y satelital. Quienes lo duden pueden emprender esta travesía y entonces JUZGUEN USTEDES.