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La relevancia de ser maestro bibliotecario

 

Fotos: Pexels

Por Carlos Alberto Gutiérrez Aguilar*

La celebración del pasado jueves pasó desapercibida para la mayoría de la gente, que ignora –al igual que lo desconocía yo hasta mediados del año anterior– qué se festeja en nuestro país el 20 de julio.

Hace poco menos de cuatro lustros, la revista El Bibliotecario, que editaba –¿o edita?– la Dirección General de Publicaciones de la hoy Secretaría de Cultura federal, anunció que la Secretaría de Gobernación (SEGOB) había decidido nombrar como Día Nacional del Bibliotecario esa fecha, cuando se recuerda asimismo la fundación de la Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía (ENBA) del Instituto Politécnico Nacional, creada en 1945 (El Bibliotecario, 2004).

Sin embargo, casi dos décadas después de su surgimiento, esta celebración sigue siendo mayormente desdeñada. Incluso, en el propio Calendario Cívico de la SEGOB no aparece (http://calendariocivico.segob.gob.mx/). En nuestro estado también se le menosprecia: al menos en esta ocasión, la Secretaría de Cultura –de la que depende la Red Estatal de Bibliotecas Públicas– se limitó a mencionarla en sus redes sociales, sin mayor referencia a la actividad cotidiana de estos profesionales; ¡vaya, ni siquiera les envió una felicitación! Por su parte, la Secretaría de Educación no brindó reconocimiento alguno a los bibliotecarios escolares, como si fueran inexistentes.

En este texto me referiré, precisamente, a esta última profesión, que tiene el menor prestigio –en el nuestro y en otros países (Petit, 2012)– en el conjunto de las que agrupan a aquellas personas que prestan sus servicios en las bibliotecas, no obstante la trascendencia de su esfuerzo diario.

Empecemos por reconocer que estos centros de recursos de información siguen desempeñando una función muy importante en la sociedad, habida cuenta de que son el espacio por excelencia donde se lleva a cabo la lectura, actividad indispensable para acceder al conocimiento. Y en el mundo actual, en que precisamente se ha configurado la llamada Sociedad del Conocimiento, las bibliotecas deben desempeñar un papel protagónico (Cobos, 2009).

El CERLALC (Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina, el Caribe, España y Portugal) considera que “la biblioteca escolar es la mejor instancia para que profesores y estudiantes se conviertan en buscadores críticos, sujetos informados que aprendan y conozcan con la ayuda de los medios tecnológicos y las estrategias de búsqueda de información” (CERLALC, 2007, p. 25).

Sin embargo, para que una biblioteca pueda funcionar es necesaria mínimamente la presencia de “la persona que trabaja allí, el mediador entre el niño, la información y el espacio”, en opinión del escritor brasileño y doctor en Ciencias de la Comunicación Edmir Perotti (Ferrari, 2006). Es decir: si no hay bibliotecario no puede haber biblioteca.

Coincide con él la colombiana María Clemencia Venegas Fonseca, maestra en Educación y autora de diversos libros acerca de este tema: “Varios estudios internacionales aseguran que el bibliotecario escolar es el personaje más importante de una biblioteca escolar. Si hay alguien encargado de la biblioteca, esta persona hará posible la atención a los usuarios, aunque los espacios, las colecciones, los amueblamientos y los equipos de la biblioteca no sean los óptimos. De la misma manera como se asegura que el único elemento insustituible en la escuela es el docente, y que resulta clave su idoneidad y capacidad para trabajar con los estudiantes, así mismo sucede con el bibliotecario” (Venegas, 2015, p. 7).

Por su parte, la Biblioteca Provincial de Maestros de Córdoba, Argentina, asevera: “…los libros, las bibliotecas o las escuelas no despiertan ni fortalecen por sí mismos el gusto por leer, por aprender, imaginar, descubrir. Es imprescindible la acción del mediador –maestro bibliotecario– que, con pasión y convicción, tienda puentes, abra puertas hacia otros mundos, comparta su saber y experiencia de lector” (Biblioteca Provincial de Maestros de Córdoba, 2010, p. 9).

¿Pero quién es el bibliotecario escolar/maestro bibliotecario (es decir, aquel que atiende un centro librario o de recursos de aprendizaje en los niveles básico o medio)? Venegas lo define de esta manera: “Se trata de un funcionario que es a la vez docente y que cumple muchas labores técnicas y administrativas para lograr que la biblioteca escolar tenga servicios de calidad. Este perfil se puede completar con las posibilidades académicas, formativas y profesionales a las que puede aspirar un encargado de biblioteca” (Venegas, 2015, p. 8).

Para la Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas (IFLA), “el bibliotecario escolar es el responsable del espacio de aprendizaje escolar tanto físico como digital, donde la lectura, la investigación, la búsqueda, la imaginación y la creatividad son centrales para la enseñanza y el aprendizaje” (IFLA, 2015, p. 28).

Por lo que respecta a nuestro país, la SEP describe: “El maestro bibliotecario es un docente responsable del proyecto educativo de la biblioteca escolar, que propicia que se lea y se escriba; indaga en los libros de la biblioteca, investiga, recomienda a maestros y alumnos, vincula un libro con un lector, un autor con un oyente, propone vínculos entre la lectura y la vida cotidiana de la escuela y la comunidad, y se adelanta a las necesidades de los posibles lectores y escritores” (SEP, 2010, p. 24).

Estamos hablando, entonces, no de una profesión centrada en despachar y resguardar libros y otros materiales didácticos, sino en coadyuvar para que el plantel escolar en el que se desarrolla logre sus propósitos. Su participación es fundamental.

La UNESCO y la IFLA expusieron hace más de dos décadas: “Se ha demostrado que cuando los bibliotecarios y docentes trabajan en colaboración, los estudiantes mejoran la lectura y la escritura, el aprendizaje, la resolución de problemas, y trabajan mejor con las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC)” (UNESCO e IFLA, 1999).

Más recientemente, Sánchez y Centeno escribieron: “los estudios llevados a cabo en las pasadas dos décadas muestran que tanto en Colorado como en el resto de Estados Unidos, los estudiantes en escuelas que cuentan con maestros bibliotecarios tienen mejores puntuaciones en las pruebas de ejecución de lectura, comparados con aquellos estudiantes en escuelas que no cuentan con profesionales cualificados en esta área” (Sánchez y Centeno, 2014, p. 2).

En 2010, la SEP y la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) publicaron el estudio pionero titulado Las bibliotecas escolares en México. Un diagnóstico desde la comunidad escolar. Respecto el personal que labora en estos espacios, incluyeron en dicho documento datos reveladores que daban cuenta del largo trecho que debíamos recorrer para que en los centros educativos de nivel básico de nuestro país se prestaran los servicios bibliotecarios adecuados: entre 11% y 31% de las escuelas carecía de una persona que estuviera a cargo de la biblioteca; solo el 11% de los planteles tenía un maestro bibliotecario dedicado por completo a la atención de sus funciones; apenas el 14% de los bibliotecarios escolares había recibido capacitación en biblioteconomía… (SEP y OEI, 2010).

Y en relación con la articulación entre la biblioteca escolar y las acciones pedagógicas de la institución en la que esta se encuentra –que es su principal misión (IFLA, 2015)–, el estudio encontró que nada más en el 20.5% de los casos se apoyaba “al colectivo docente en sus actividades de investigación y desarrollo de la lectura” y apenas en un nivel un poco mayor (22.1%) se organizaban “actividades de apoyo al proyecto escolar en la formación de lectores” (SEP y OEI, 2010, p. 54).

Desafortunadamente, en el tiempo que ha transcurrido desde entonces no se ha llevado a cabo ningún otro estudio similar. No obstante, podemos considerar que la situación poco ha cambiado, a partir de la óptica interna de los planteles.

Hay mucho por hacer todavía en el ámbito de las bibliotecas escolares, como invertir más en la profesionalización de las personas que están a cargo de ellas. Con todo, es muy importante que reconozcamos la trascendencia de su labor y dejemos ya de ningunearlas.

La antropóloga e investigadora francesa Michèle Petit mencionó en una conferencia que dictó en Argentina: “Freud decía que existen tres profesiones imposibles: educar, curar y gobernar a los pueblos. Quizás ocuparse de una biblioteca, y particularmente de una biblioteca situada en una escuela, es una tarea tan fundamental y tan difícil como las que Freud citaba” (Petit, 2012).

Referencias

Biblioteca Provincial de Maestros de Córdoba (2010). Abriendo tesoros. Bibliotecas escolares. Ministerio de Educación de Córdoba, Argentina. https://www.igualdadycalidadcba.gov.ar/SIPEC-CBA/publicaciones/AbriendotesorosBPM.pdf

CERLALC (2007). Por las bibliotecas escolares de Iberoamérica. https://cerlalc.org/wp-content/uploads/2018/09/PUBLICACIONES_OLB_Por-las-bibliotecas-escolares-de-Iberoamerica_V1_011207.pdf

Cobos, A. (2009). El papel de la biblioteca en torno a la sociedad del conocimiento. Biblioteca Universitaria, 12(2), 132-139. https://www.redalyc.org/pdf/285/28512661005.pdf

El Bibliotecario (2004, julio). El 20 de julio será el Día Nacional del Bibliotecario. 4(37), 20.

Ferrari, M. (2006, 31 de mayo). Edmir Perrotti: “Biblioteca não é depósito de livros”. Nova Escola. https://novaescola.org.br/conteudo/941/edmir-perrotti-biblioteca-nao-e-deposito-de-livros

IFLA (2015). Directrices de la IFLA para la Biblioteca Escolar. https://repository.ifla.org/bitstream/123456789/1096/1/ifla-school-library-guidelines-es.pdf

Petit, M. (2012). ¿Cuándo llegará un real reconocimiento a la importancia de los bibliotecarios escolares? VII Jornadas Nacionales de Bibliotecas Escolares, Argentina. http://www.bnm.me.gov.ar/novedades/boletin_electronicoBNM/boletin_35/img/petit.pdf

Sánchez, J., y Centeno, K. (2014). Las tecnologías de la información y comunicación en sustitución de la biblioteca escolar para atender las necesidades y competencias de información en escuelas de Puerto Rico: limitaciones y aprendizajes. Revista Bibliotecas, vol. XXXII (2), pp. 1.15. https://www.revistas.una.ac.cr/index.php/bibliotecas/article/view/6456/6522

SEP (2010). La biblioteca que necesitamos para apoyar el proyecto escolar. Manual para el maestro bibliotecario y el Comité de la Biblioteca Escolar. https://www.fundacion-sm.org.mx/sites/default/files/publicaciones/manual_maestro_bibliotecario.pdf

SEP y OEI (2010). Las bibliotecas escolares en México. Un diagnóstico desde la comunidad escolar. https://librosdelrincon.sep.gob.mx/assets/pdf/05-Archivo-historico/02-Sobre-el-libro-y-la-lectura/02-Las_Bibliotecas_Escolares_en_Mexico_OEI_2010.pdf

UNESCO e IFLA (1999). Manifiesto de la biblioteca escolar (UNESCO/IFLA). Versión preliminar.

Venegas, M. (2015). Herramientas para la biblioteca escolar. I: gestión y organización de la biblioteca escolar. Ministerio de Educación Nacional de Colombia.

* Profesor especializado en Literatura y Lingüística por la UABC. Maestro bibliotecario y divulgador de la historia local. Sitio web: Tallereando.net. Correo electrónico: gutierrezaguilar.ca@gmail.com.