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Entre la cultura y la política

 

Entre la cultura y la política

Bicitecleando/Sobrerruedas reciclador

Por Tomás Di Bella/Infosavia

“Kintsugi es una técnica artística japonesa que consiste en reparar objetos de cerámica rotos con oro líquido o platino, enfatizando los lugares dañados, con el objetivo de resaltar el pasado del objeto, y no esconderlo, lo que lo acerca al principio de wabi-sabi, es decir, a encontrar la belleza en cosas estropeadas o viejas”. Esto lo dice Senka Maric en su libro Cuerpo kintsugi, y da pie a relacionar la reflexión con el espíritu vivo de los mercados sobrerruedas. Si uno visita estos mercados urbanos y algunos rurales, constatará que más o menos el 80% de las mercancías que se ofrecen ahí son seminuevas, semiviejas, usadas, reusadas y reparadas. Esto podría ser con una lavada, una costura, una nueva capa de pintura, una cepillada, una lijada o una planchada. La mayoría de estos objetos –prendas de vestir, herramientas de todo tipo, muebles, electrodomésticos, libros y juguetes- ya habrían obtenido el título de “basura” en cualquier país del primer mundo. El deshecho de esos países se convierte en el encuentro de tesoros en los nuestros. Esto no significa que nos guste la basura, sólo quiere decir que en el fondo esta actitud de salvar del detritus todo ello es en realidad una contribución a reducir la creciente contaminación atmosférica, y a la disminución del brutal acumulamiento de basura en los ríos, campos, bosques, mares, y en las periferias de las urbes, etcétera. Los países del primer mundo, en nuestro caso Estados Unidos por la cercanía y facilidad de desechar sus objetos, tienen una lógica de consumo perversa, es decir, lo que ya no sirve, lo que mal funciona o lo que es viejo, aunque funcione, tendrá que ser desechado para adquirir lo mismo pero nuevo, o la versión más reciente que dicte la moda o la tecnología de punta que reina en los corazones de los ciudadanos acostumbrados a una cultura del usar y tirar. Eduardo Galeano tiene un libro llamado Úselo y tírelo: Nuestro planeta, nuestra única casa, sobre un sistemadevorador de la naturaleza: “El mundo está siendo desollado de su piel vegetal, y la tierra ya no puede absorber y almacenar las lluvias.  Se multiplican las sequías y las inundaciones” (son más fuertes los huracanes, véase Guerrero) mientras sucumben las selvas tropicales, devoradas por las explotaciones ganaderas y los cultivos de exportación que el mercado exige y los banqueros aplauden. Cada hamburguesa cuesta nueve metros cuadrados de selva centroamericana… porque este sistema de vida que se ofrece como paraíso, fundado en la explotación del prójimo y en la aniquilación de la naturaleza, es el que nos está enfermando el cuerpo, nos está envenenando el alma y nos está dejando sin mundo”.

Entonces el concepto de kuntsugi, los mercados callejeros de segunda o tercera, la resistencia que hay que tener para no comprar lo nuevo nomás porque es nuevo, y la reparación constante de nuestros enseres, utensilios y prendas, quizás sea poco, es casi nada, es ridículo, dirán algunos, pero les aseguro que conlleva una actitud ética y de amor al prójimo y a la naturaleza.