Como cualquier día de tantos de la vida del compa Chón, también conocido como el Ratón en su humilde barrio, salió de su trabajo después de haber cumplido su jornada nocturna; o sea, trabajaba como velador o cuidador de la famosa máquina maravillosa que pavimentaba ciertas calles del estado de Baja California; que al poco tiempo de haberse estrenado para dicha aplicación, terminara abandonada en un baldío que colinda con una de las colonias con más delincuencia de la ciudad de Mexicali…
Fue una mañana con nubes espesas cuando iba camino a casa. Atrás, a unas cuantas cuadras, se había bajado de un transporte urbano. Llevaba su lonchera vacía debajo de uno de sus brazos, en el mero huequito del sobaco. Caminaba como siempre: con el pasito de piernas locas que se balanceaban apuradas como caminata deportiva. La banqueta se le hacía angosta. De repente le bailaban más las piernas, como de costumbre. Le acompañaban un par de perros y el ladrido de otros, al fondo de la cuadra, era una orquesta que le daba la bienvenida en diferentes tonos. Ya en casa, con periódico en mano se sentó en su silla predilecta y dio un suspiro. Un café caliente le esperaba y su almuerzo de huevos revueltos con frijol refrito servidos en un plato colorido, humeaba sobre la mesa limpia. Extendió las planas comunicativas a sus anchas y comenzó a devorar su desayuno favorito. Un par de tragos a la taza con café y después de leer lo de siempre, a dormir se ha dicho…
Se acostó en el tiliche de su recámara. Cayó rendido –dijo una de sus sobrinas con las que vivía-. Comenzó a roncar; melodía que duró un par de horas, cuando de pronto, sin que nadie se diera cuenta, el cuarto quedó en silencio. Sus familiares, que eran su cuñada y sus dos sobrinas, comenzaron a trajinar con sus quehaceres. Ocupadas en ello y pasado medio día, comenzaron a cortar verduras y carne para la comida. Hora en la que el Chón acostumbraba a dar su primer levantón para ir al baño, cosa que no sucedió. La Chata, que así le decián, siguió en lo suyo, pero murmurando sobre la ausencia de Chón en el baño.
Pasaron unos cuantos minutos cuando se dieron cuenta que Chón dormía profundamente. Se le acercaron y, después de tocarlo y hablarle, ya no obtuvieron ninguna respuesta. Chón había muerto. Nerviosas las sobrinas y la cuñada, comenzaron a comunicarle a varios familiares. El Chaguas, su carnal, se encontraba de viaje en su tráiler y regresaría hasta media noche. Su padre, el tío Chagui, había ido al centro de la ciudad por algunos pendientes. Caminaba extrañamente por los viejos locales y parques, cuando una intuición le impidió su andar y se encaminó hasta trepar a un taxi que encontró disponible y regresó a casa…
Al llegar y ver la escena inesperada, llevó a la cabeza sus manos, mientras en un llanto muy sufrido, Pamela, su nieta, gritaba que estaba muerto su tío.
El tío Chagui se arrodilló frente a él y le dio un golpe en el pecho. Otro y otro. Se quedó quieto. Una leve lágrima salió de un ojo. Se contenía y apretaba el alma. Caminó dos pasos y preguntó en tono alto:
–¿Qué dijo? ¿Qué dijo?
Y de nuevo preguntó:
–¿Pero, qué dijo?
–Nada, Tata, no dijo, nada –le contestó Pamela.
Esta imagen difícil de describir y no deseada a nadie, invadía y penetraba en el pecho de cada pariente. La casa era chica y entre los pocos espacios cada uno se acomodaba y se desvanecía ante la tragedia. ¿Cómo responderle al tío y decirle algo que quisiese escuchar o saber? El único acompañamiento a su dolor era el abrazo y palmada a su espalda; que después de un par de horas la traía deshecha.
Afuera, en el patio, más de una docena de familiares acompañábamos y libábamos tristes y alegres. Cervezas y murmullos queditos entre la parentela. La noche llena de estrellas se asomaba. Comenzaba la pasarela al baño, uno y otro y todos hablándole al muertito, queriéndolo levantar:
–¡Diga algo, mi Chón! –le decíamos, entre otras cosas, cada que “pasábamos a desaguar. Hasta pataditas de pronto y zangoloteos y nada, nada respondía mi Chón. Así, se iba la noche y también el tío preguntando una y otra vez:
–¿Qué dijo? ¿Qué dijo?