Por Rosa Espinoza*
Mariposa de altos vuelos, víctima de ventoleras con ánimo festivo para un carnaval de piernas descubiertas; los vestidos son piezas que cubren y, con perfidía, descubren un trozo de intimidad. Suman al cuerpo rizos de tela suelta para encubrir las dulces carnes que guardan las pantaletas. Son termómetro de su tiempo. Bajan o suben según los pudores y los antojos de la norma, cuya regla siempre será el dominio y la arbitrariedad. Indicador de feminidad. Fiesta escandalosa del encubrimiento. Albedrío de piernas y conducto infalible del viento que las soba y seduce lo privado. ¿Se puede entrar en el juego enseñar los calzones sin los vestidos? ¿Qué sería de la feminidad edulcorada sin ese trozo de tela que se contonea, se ciñe y repliega a capricho de la danzante? Un vestido siempre será una fiesta de caricias a las nalgas, de sobadas tentaciones a la entrepierna, de sudores encubiertos y efluvios enjaulados en una discreción engañosa.
*Rosa Espinoza (Mexicali, B.C., 1968) es poeta, narradora y editora. Es propietaria del sello editorial Pinos Alados. Tiene dos hijos y tres gatos. Actualmente vive en Querétaro.