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De en seres/Cine

 

De en seres/Cine

Por Rosa Espinoza/Infosavia

Se piensa en penumbra y sale a relucir la noche. Una cavidad misteriosa en la que el silencio habita sin medida, y la luz es un alivio, un escape. Puede evocar el peligro de un asalto, el riesgo de muerte, la violencia. Pero al ingresar a la negrura de una sala de cine, la oscuridad es otra, el silencio es voluntario porque los ojos solo miran al frente, son un par de artilugios inmóviles. Si de empezar por el principio se trata, el anticipo es un pasillo que se alarga con el perfume del maíz reventado, el caramelo y la golosina que aviva los sentires de los dedos, transporte de las sensaciones. Ya en la butaca, nuestra vista al frente es la pura esclavitud a la imagen, la pasión por el argumento, la sedación y el ensueño de la banda sonora.

Con los pasos aprendidos andamos por escalinatas apenumbradas, intuyendo la emoción que sólo una sala de cine es capaz de activar, esa peculiar variante de nuestros sentires, ese sin miedo a la oscuridad. Hay, sí, en definitiva un asalto, un riesgo de muerte, violencia a la que, seducidos a voluntad, nos sometemos con pasión arremetida por el gozo y el placer.