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De en seres. Bolígrafo

 

Rosa Espinoza*

En tercero de primaria se me permitió escribir con bolígrafo. ¡Yupi! No es que no lo haya hecho antes, pero en ese momento, oficialmente, me hice escribana, usuaria cotidiana de la tinta que fluye, las más de las veces, a través de un balín que rueda sobre la superficie y deja su rastro azul, negro, rojo, ¡verde! sobre la superficie de una hoja. La letra cursiva es la prima hermana de este corazón colorante que danza para escapar de su contenedor y volverse un ave de palabras, un garabato de intenciones, remedos de animales o flores, o simplemente gestos que la presión del brazo, extendida sobre la mano, arremete contra la libreta que se abre ganosa al capricho del tintero. Y es que una pluma es una espada que esgrime tallones a la pulpa de la imaginería, es un derroche de florituras que se alejan del vocablo pero refieren a un diálogo con la mirada que busca, siempre, entender. El mundo ha pasado por esa minúscula rueda infalible de la Bic. Tersuras y tragedias transcurren sobre pliegos infinitos. Toda la belleza habita en esa cápsula que vierte su sangre de pigmentos, sin ella, lejos de la oralidad y el chisme, nada es verdad.

*Rosa Espinoza (Mexicali, B.C., 1968) es poeta, narradora y editora. Es propietaria del sello editorial Pinos Alados. Tiene dos hijos y tres gatos. Actualmente vive en Querétaro.
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