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Calendario escolar.

 

Por Yolanda Sánchez Ogaz

Cuando yo estudié, desde jardín de niños hasta universidad, las clases empezaban el 2 de septiembre, salíamos de vacaciones alrededor del 20 de diciembre, regresábamos el 2 de enero y el año escolar concluía a mediados del mes de junio. Las ceremonias de graduación se celebraban entre el 20 y 25 de junio. Los años que fui docente de primaria, secundaria y preparatoria sabía que disponía de casi dos meses de vacaciones, suficientes para recorrer el país.

Como profesora de Historia de Educación Media y Superior, pude recorrer los sitios arqueológicos e históricos de casi todo el país, conocer en el lugar de los grandes acontecimientos de la Historia de nuestro país, que luego compartía con mis alumnos. Muchos otros profesores preferían ir a las normales superiores de otros estados para prepararse más. Cientos acudían a los cursos de verano de Tepic, Nayarit, quizá por la cercanía a Mexicali.   

En esta larga etapa de la educación en Mexicali, con ese calendario y sumados los días de suspensión por las ceremonias cívicas, que por cierto se celebraban el día que correspondía y se descansaba al siguiente, así los alumnos sabían cuál era el hecho histórico conmemorado. Se puede decir que los alumnos recibían los conocimientos necesarios para acceder con éxito al siguiente nivel. Miles de profesionistas mexicalenses destacados son producto de ese calendario escolar, prueba palpable de los buenos resultados de la educación recibida.

En los últimos años las disposiciones emanadas de directivos, a casi 3000 kilómetros de distancia, desde un escritorio allá en la lejana capital, han cambiado. Se fue extendiendo el periodo de clases y se acortaron las vacaciones, sin tomar en cuenta las condiciones del clima en Mexicali y que en algunas escuelas públicas no hay buenas condiciones de clima artificial y bebederos. Para colmo, mucho antes del último día de trabajo, los profesores deben entregar evaluaciones. Y después, ¿qué hacer con los niños en el salón de clases?

No hay, o no se publica, una comparación de calificaciones de las décadas del calendario del dos de septiembre a junio con el calendario de los últimos años. Sería interesante conocer las evaluaciones anteriores. Las actuales son un desastre. En los exámenes planea del 2015, los resultados fueron desalentadores. A nivel nacional, seis de cada diez estudiantes de primaria y dos de cada tres en secundaria, no tienen los conocimientos básicos.

La media nacional es de 500 y en Matemáticas, Baja California quedó debajo de la media en primaria y secundaria. En Lenguajes apenas si rebasó la media, con 509.6 en primaria y 506.3 en secundaria. Los resultados tienen que ver con las condiciones de marginalidad de las escuelas. Todo avance requiere inversión y en Educación hay un retroceso en la inversión educativa, que no se va a resolver con unos cuantos días más de clases, en detrimento del derecho a vacaciones de niños y profesores.

La historia

Desde el inicio de la educación en Baja California hubo un calendario de septiembre a junio, pero durante el gobierno de Rodolfo Sánchez Taboada (1936-1946) este se cambió. Debido a las condiciones del clima en la zona costa, a las intensas lluvias, al frío y las malas condiciones urbanas de las poblaciones, el gobernador decretó el cambio a calendario tipo A, usado en el centro del país; del 3 de febrero al 30 de noviembre.

En Mexicali, el clima extremadamente cálido del verano hacía imposible trabajar en julio y agosto. Por esas circunstancias, el 11 de noviembre de 1941, el gobernador acordó utilizar dos calendarios diferentes. El “A”, del 3 de febrero al 30 de noviembre en Ensenada, Tijuana y Tecate y el “B” de septiembre a junio en Mexicali. Para regularizar el calendario en las escuelas de la costa se dieron vacaciones de diciembre a enero de 1942. Desde entonces, hasta estos últimos periodos escolares, en Mexicali no había cambios en el calendario.

¿Y los que verdaderamente sufren este cambio, los profesores? Es verdad que este cambio afecta a niños, profesores y padres, pero hay que considerar que el trabajo del profesor no son las cuatro o cinco horas de clases en el salón. En casa hay que preparar temas y materiales, calificar, con sus respectivas evidencias. Además, deben preparar festivales cívicos, atender padres, periódicos murales, asistir a reuniones de trabajo, que, dicen los profesores, no les aportan nada, sólo nuevos términos para volver a lo mismo.

Actualmente hay un estado de inercia de los profesores. Ante la carencia de verdaderos líderes sindicales, aceptan todas las imposiciones sin protestar ante las autoridades. No siempre fue así. El STERM (Sindicato de Trabajadores de la Educación de la República Mexicana) nació con el fin de apoyar a los profesores en sus demandas y derechos, pero también interesado en la educación. Posteriormente al iniciar la década de los años cuarenta, el STERM cambió a SNTE, como hasta ahora conocemos al sindicato magisterial, con los mismos intereses del anterior.

Su primera participación fue en la huelga magisterial de 1947. Por su lejanía del centro del país, el clima y las difíciles condiciones para trasladarse a Baja California, desde ciudades donde había normales como Hermosillo, Colima y Oaxaca, pocos profesores se aventuraban a llegar a Mexicali. Los dos gobiernos constructores de escuelas, el de Esteban Cantú (1915-1920) y el de Abelardo L. Rodríguez (1923-1929) fueron seguidos de otros gobernadores que poco o nada hicieron por la educación. En 1937 con la llegada a Baja California del gobernador Rodolfo Sánchez Taboada, por orden del presidente Lázaro Cárdenas, se construyeron escuelas elementales en los ejidos, pues las construidas antes, estaban muy deterioradas.

En 1947, Mexicali sufría una fuerte crisis de escuelas y profesores. El SNTE, los profesores y los padres de familia decidieron iniciar una huelga para exigir al gobierno federal que resolviera esa crisis. Poco antes se había creado en Mexicali, la Unión de Padres de Familia y con ella se llegó a un acuerdo para que los profesores no fueran perjudicados. Esta huelga se prolongó por varios meses y consistió en que los profesores se presentaban a sus salones, pero los padres no mandaban a sus hijos a la escuela.

Al fin, el pliego petitorio que se envió a las autoridades tuvo resultados benéficos. La Secretaría de Educación Pública envió desde la capital al profesor Elpidio López como nuevo director general de Educación, quien sostuvo pláticas con los dirigentes sindicales, el Patronato Pro-Educación y los padres de familia. Se tomaron varios acuerdos para resolver el problema.

El gobernador Alberto V. Aldrete se comprometió a gestionar el traslado de profesores de las normales del interior del país y de construir las escuelas provisionales que se requerían para atender a los 5 000 alumnos que buscaban inscripción. El Patronato Pro-Educación se comprometió a pagar a los profesores que se contrataran. En Mexicali, el patronato Pro-Educación estuvo dirigido por el ingeniero José G. Valenzuela, un hombre honesto, comprometido con la educación. El patronato pedía cooperación a comercios y empresas, para cumplir sus compromisos.

En respuesta a ese compromiso, durante los gobiernos de Alberto V. Aldrete y de Alfonso García González se construyeron varias escuelas en la ciudad y se arreglaron las que estaban en malas condiciones. En el valle, en cada colonia o ejido que carecía de escuela, se construyó una.

Uno de los mayores logros de esta huelga fue la creación de la escuela Normal Urbana Federal Fronteriza, inaugurada el 19 de noviembre de 1947. Sin edificio propio, los tres primeros años funcionó en aulas prestadas de la secundaria 18. En 1950 pasó a la escuela Cuauhtémoc, donde se mantuvo hasta octubre de 1958, cuando fue inaugurado su propio edificio en el ex ejido Coahuila. De esta escuela formadora de profesores han egresado 73 generaciones, que han resuelto las necesidades educativas en Baja California y otros estados del país.

*Es profesora normalista e investigadora de la historia bajacaliforniana. Autora del varios libros de texto: historia regional (1988), Bajo el sol de Mexicali, El movimiento agrario del valle de Mexicali (1987), De tierras muy lejanas (1988, en coatoría con Gabriel Trujillo Muñoz). Designada cronista de Valle de Mexicali y entre sus últimos libros esta “Historia de los chinos en el Valle y ciudad de Mexicali”.