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Bicitecleando/Tránsito del tráfico, no circulación

 

Bicitecleando/Tránsito del tráfico, no circulación

Por Tomás Di Bella/Infosavia

 

Salgo sin saldo, a caminar cuatro cuadras para comprar kilos de tortillas de salario mínimo. Al caminar veo en mi fracc, de colonia de barrio, que hay carros atorados a lo largo de tooooda la calle. Los automovilistas, cuya palabra habría que desmenuzarla, no se movilizan. Asuntos colegiales, asuntos obreriles, asuntos empresariales, asuntos innombrables o asuntos de a quién le importa. Todos ellos, en sus autos, se mueven lentamente, muy lento. El enojo se ve en los rostros, cuyas máscaras de vialidad son muy a huevo. Los pitidos de las bocinas claxonescas dan un concierto de mentadas y de prisas. Es evidente que cada uno de ellos y ellas tienen asuntos urgentes y precisos o únicos. Bien, llegué a la tortillería y el aroma de la máquina sacando redondeces, una por una, paso a paso, me hizo ponerme surrealistoidíscolo: los carros son igual que las tortillas, uno a una, poco a poco, en una autopista, cuya palabra habrá que desmenuzarla, y luego tranquilamente caminé de regreso. En el trayecto de regreso, cosa de diez minutos, me encontré con los mismos carros que no habían avanzado, palabra que habrá que analizar, y vi los mismos vehículos modernos, con sus motores esperpantóricos, lentos, lujosos, recién bañados con agua de todos, pero similares a perodáctilos en extinción. Venía un camión urbano, lleno de gente de trabajo rudo, obreras, jornaleros, estudiantes de escuela pública, desempleados, vendedores ambulantes y cantante con guitarra de palo. La colonia hasta hace poco solía ser un lugar apacible, con carros esporádicos y principalmente peatonal. La gente iba y venía a las tienditas, al mercadito, a las tortillas, se saludaba, se daban los buenos días. Esto cambió radicalmente. Los gobernantes decidieron –sin hacer una consulta a la ciudadanía- que habría necesidad de transformar la vialidad que a mi parecer sí funcionaba –el crucero inglés famoso- e iniciar trabajos para construir un paso a desnivel, un poco después de un puente. Varios ciudadanos emitieron su opinión en una espontáneaasamblea callejera: “yo creo que esas mega obras no tienen como beneficiario al ciudadano común, aunque eso dice la propaganda, sino para que el tráfico del transporte de mercancía en los trailers sea más dúctil y sin tropiezos”. (Por cierto, en Europa está prohibido que los trailers circulen dentro de las zonas urbanas); aquí son los reyes de la velocidad y prepotencia.

Una señora con delantal opinó: “A mí se me hace muy sospechoso que se hagan obras públicas, sin consultar a nadie, y que unos expertos en vialidad urbana decidan trastocar todo sólo para hacer negocios. Quién sabe quién es la constructora que se lleva nuestro dinero del presupuesto a capricho”.

En su libro Energía y equidad, Iván Ilich nos dice algo interesante sobre estos asuntos: “

En sus demandas políticas el usuario no busca más caminos abiertos sino más vehículos que lo transporten; quiere más de lo mismo que ahora lo frustra, en vez de pedir garantía de que, en todo sentido, la precedencia la tenga siempre el peatón. La liberación del usuario consiste en su comprensión de la realidad: mientras exija más energía para propulsar con más aceleración a algunos individuos de la sociedad, él precipita la corrupción irreversible de la equidad, del tiempo libre y de la autonomía personal. El progreso con el que sueña no es más que la destrucción mejor lograda.

Mientras tanto, la colonia se vuelve un caos, hay más basura, más contaminación, más ruido y esto en atropello de los ciudadanos que, a fin de cuentas, no tendrán ningún beneficio, tan sólo el hecho de circular por una autopista nueva, si es que carro tiene.

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