Por Tomás Di Bella/Infosavia
Podría ser una contradicción semántica, un juego de palabras ocurrente. Pero no lo es. Se sabe –se admite- que el concepto de juventud implica, desde el punto de vista biológico, ímpetu, emprendurismo, facilidad de ir de un lugar a otro, fortaleza de recuperación en el cansancio y rápida y sagaz capacidad de decisiones. En los viejos esto se hace, pero con una rayita o dos de dificultad. En una ocasión me pidieron una metáfora de las estrellas fugaces, esas que cuando aparecen, es obligado el observador de emitir un deseo rápido y deseoso, pero en lugar de metáfora tuve una ocurrencia, quizás simplona. Yo ofrecía que la estrella fugaz de la vejez es la Luna: daba tiempo y margen, incluso consenso, para desear lo que se pretende desear, no es ya rápido y deseoso, sino la lenta aparición del deseo, cuya construcción real requiere de meditación y balances.
Pero el torrente lineal del progreso sin bifurcaciones, se queda trunco en los viejos. Y a partir de aquí, esa trunquidad, ya sea por discapacidad o indiferencia, se convierte en una resistencia, aunque con dolores en las bisagras y falta de ductibilidad en las coyunturas. Aunque no haya aún una teoría concisa, ante este panorama, la vejez adquiere y asume una voz política, principalmente porque cuando se está más cerca del final, más se piensa en proveer lo mejor posible para los que se quedan a bregar con sus propias vicisitudes vitales.
En un libro célebre, “La vejez” de Simone de Beauvoir. un tratado antropo-sociológico, y plasmando culturas y civilizaciones ancestrales, la autora coloca un ejemplo significativo sobre las costumbres de vida de los Inuit o “esquimales”. Y ahí se lee que, en esas naciones autóctonas originarias, los ancianos y ancianas, por voluntad propia, cuando consideraban que ya no servían a la comunidad, la abandonaban y se iban caminando a morir solos con la naturaleza y cuyo gesto era celebrado como el acto más ético hacia la mayoría. Lo que nos da un entendimiento fundacional (palabras ya gastadas) de lo que la vejez entendía como dar paso a lo nuevo para que lo viejo no estorbara (Old and in the way). Por cierto que los Inuit tienen una palabra concepto que designa, entre ellos, a los vegetarianos: “mal cazador”.
Aún así que esta percepción haya cambiado –derechos humanos de por medio-, la vejentud, al igual que el reparto de la tierra, los derechos de la mujer, el fin de la violencia, o la protección a la naturaleza no ha cambiado mucho. Porque, ¿qué más vieja que la naturaleza a la que se hace trizas porque no concibe que tiene derechos? Se le abusa y se la usa.
Pero quizás podríamos salirnos de los libros y de ésas dizque profundidades ontológicas traídas desde una infancia incómoda, por decir lo menos, y asomar los ojos a la calle. La vecina de 80 años saca su bote de basura, apenitas arrastrando, ella y el bote. Mas cuando llegan los basureros jóvenes, ella sale y siempre les da dinero. No es mucho, pero lo reciben con gratitud, Ellos, los trabajadores basureros, no reciben salario del ayuntamiento hasta cumplir seis meses de trabajo. El que recoge tú basura de todos, vive de las propinas para llevar algo o retenerlo para sí. La anciana lo sabe, ella tiene conciencia política. Así agradecen sus aportaciones con tristeza y gratitud.
Volvamos a los libros: Norberto Bobbio, filósofo italiano, y que alguna vez en los años sesenta intervino en las pláticas “diplomáticas” sobre el conflicto de Israel contra Palestina, propuso que en lugar de Estados en conflicto, se estableciese una comunidad de Estados confederados, los pueblos originarios de Siria, cada uno con decisiones parlamentarias. Fue vetada la propuesta, ya que no sólo porque Bobbio era ya viejo, sino porque la propuesta tenía que ver con el respeto mutuo, es decir los viejísimos pueblos de Siria, y la joven nación militarista de Israel. Bobbio dice: “El viejo vive del recuerdo y para los recuerdos, pero su memoria se debilita día tras día. El tiempo de la memoria avanza al contrario que el real: los recuerdos afloran en la reminiscencia, son tantos más vivos cuando más alejados estén en el tiempo aquellos sucesos”.
Ayer, de viejo, me asomé a la ventana, era día de asueto –los viejos descansan y los que no son tambor-. En la calle dos niños y su papi, jugaban al futbol callejero. Tiraban la pelota pateándola felices. A riesgo de ser mamón, en Gaza no hay pelotas ni calles, hay balas, bombas y terror.
Palestina es un estado que viene de civilizaciones viejísimas, las naciones de Siria; Israel es un Estado joven, militarista, productor de armamento de punta y tecnología de espionaje, proyecto occidental de agandalle. Las dos versiones, los enfrentamientos.