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Bicitecleando. Pasos rebeldes de la naturaleza sobreseída

 

Foto: Rosa Espinoza

Por Tomás Di Bella

1. No hay señal en la montaña, cuando ando andando descubriendo y quiero no sólo reportar el hallazgo mineral, sino reportarlo antes que otros u otras u otres, je. Y bueno, pinche montaña por qué no tiene cables en sus entrañas para que yo me conecte y dirija mi información dónde es que está la montaña.

2. Nunca hay lluvia en el desierto, dicen, pero cuando hay, va desapareciendo en el aire seco y caliente. Y bueno, dice el ciudadano, qué bueno que no llueve, mejor, así secos las llantas chirrían mejor.

3. Me fui de vacaciones a mi patio, y mi hotel fue el mezquite gigante. Me subí a dormir para saber si era de mil estrellas este aposento, y descubrí que mi espalda estaba picada por espinas gigantes. A todos mis vecinos les dio vergüenza cuando bajé, bichi, y caminé a la casa a prender el aire acondicionado. Afuera se escucharon aplausos.

4. 45 grados sobre la planta de epazote es una agresión. Sin embargo, la planta es rebelde. Pos qué. De raíz profunda, tallo como tronco de árbol viejo, y hojitas sabrosas igualitas que las hojas de mariguana, eso me dijo un vecino que no conozco. Aunque pasen tres días de calor, migranta ella la planta, ofrece sus hojitas pal chilaquil huasteco, aunque nunca se vaya a cruzar al otro lado.

5. Unos piensan que la naturaleza es el sol y otros astros. No, la naturaleza sólo es el lugar donde vives, aquí, en esta calle donde saludas en las buenas noches del día ido. Y sí, el mar, donde renaces placenteramente, y el bosque, donde te cuelgas en el sueño, y el desierto, donde vives y te callas, porque hay que ver muy lejos en el horizonte.

6. En el libro De mis amigos, de Henry, narró, si mal no me acuerdo bien, un personaje que solía plantar todos los días arbolitos, que luego crecerían. El personaje se la pasó toda la vida sembrando para el futuro. Este, no vería crecer los árboles, pero los demás sí. No sabemos cuál árbol sembró quién, ni nos importa, los árboles ai stán, y me pongo bajo su sombra. Así no es viable nomás de agarrar de recargadera a este árbol. Su sombra tiene raíz, fronda, tierra, gusanerías, putrefacciones, y nitrogenados que reprobé en química en la prepa. Pero existe un recuerdo, no huella, que es más respirativo: Nuestros pulmones son árboles, dos nomás, pero tienen ramajes, alveolos que son como ramitas, y raíz, que está entre la tráquea y la nariz. El árbol es como la hermana que siempre nos instiga a regar las plantas del espíritu tierro.

7. Dicen de los huracanes inhóspitos, hablan de los volcanes desfachatados, se aterran, je, de los terremotos destructores. Los sunamis son cosa de la tele. El invierno es crudo, y mata. El verano seca las venas y hace explotar tu cerebro en el centro comercial, cuando sales, sin dinero. La naturaleza no tiene memoria, por lo tanto, nunca podrá acordarse de ti, que yaces con la billetera sedienta por una gota de la nube que se fue.

8. Dijo una vez Philip Ball, en su libro H2O. Una biografía del agua, que incluso en el Sol, hay agua. Uno, que está leyendo en la noche, pensaría que el bato está loco. Pero lueguito, fuego y agua son el equilibrio, pensaría una. Decía, y de memoria me acuerdo, Tales de Mileto (y por favor no me corrijan), que, si no hubiese agua en el mundo, el fuego se hubiese comido todo. Por lo que agua es vida. No hay otra manera de entenderlo. El agua no se le niega a nadie, mucho menos al Sol.

9. Me acordé orita de un brevísimo y tonto pensamiento de recién paternidá, hace ya: Sofía me preguntó. “¿Si la la Luna fuera niño, sería el uno (luno), y si el sol fuera mujer, sería la Sola”. Pasmado me he quedado el resto de mi vida.

*Poeta, cronista, editor, traductor y carpintero (Ensenada, B.C., 1954). Ha sido columnista y su obra a parece en revistas y antologías nacionales y norteamericanas. Es autor de siete poemarios y tres libro de crónica.