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Bicitecleando/Maneras de vernos, maneras de entendernos

 

Bicitecleando/Maneras de vernos, maneras de entendernos

Por Tomás Di Bella/Infosavia

 

1. Estoy parado en el límite de este país, en la zona más norteña, en Mexicali, a 8 grados, un frío intenso, pocas semanas antes de las elecciones en el estado. De este lado veo carteles, banderines, engomados, pancartas, gorras, camisetas, botellas con agua, cicloramas, espectaculares, todos con propaganda de los partidos contendientes. La gente bulliciosa ve señales, se detiene a leer algún lema, va de prisa burlándose de los rostros gigantes y ridículos, de dientes falsamente blanquísimos como si propaganda de dentífrico, y algunos al vuelo rayan, pero la mayoría no se identifica con lo que ve, con lo que lee.Van en sus asuntos, hacia todos lados, van de compras, a prisa, van a buscar lo que más les convenga, se llevan a sí mismos, lo único que tienen. Nadie tiene conversaciones sobre la contienda partidista, a menos que sea en tono de incredulidad y de burla. Pocos han ido a las urnas en años anteriores. Ellos seguirán en sus asuntos de sobrevivencia, en sus trajines diarios, ajenos al reparto del poder, serán otra vez carne de elecciones, engañados y frustrados, porque no se identifican con los que vienen, los que se reelegirán, los que les sonríen sólo en estas épocas.

2. Por la avenida Carranza, hacia el oriente de la ciudad, hay baldíos inmensos a la espera de alguna fraccionadora bien colocada, de un consorcio con ambiciones de construcción, o de la planeación de una plaza comercial. Mientras tanto esto no suceda, es un baldío más, En él se acomoda un habitante de la calle, un sin nada, un vagabundo, un ciudadano invisible. Toma como base de su “casa” un poste inmenso de cables eléctricos y alrededor de este va formando las paredes y techo de su refugio: mantas guindas, pancartas rojas, carteles azules. El techo es multicolor y una de las ventanas, que es un orificio, es justo en el rostro de una candidata, ironía automática. Es una alegoría de la ciudad, estampada de mensajes encontrados, risas de una cabeza, orejas de otra, cachetes de otro más: un monstruo electoral de una sola ideología, ganar a toda costa. Su “casa” desaparecerá al igual que la contienda.

3. Me di una vuelta por el valle de Mexicali, paso rápido por donde está la cervecera tan mentada, no han quitado un solo tornillo. Como el frío es intenso, los jornaleros agrícolas se van yendo a sus lugares, a sus familias. Ellos se levantan antes de que salga el sol para rendir la jornada, los días acá son muy cortos y las noches largas. En un crucero de cuatro caminos, veo a un anciano campesino, sentado bajo la sombra de una pancarta propagandística. Ësta es azul y los rayos del sol no penetran ese grosor. Bajo de ella está el honorable anciano con ríos de arrugas y surcos de carne, igual que los predios sembrados, sentado frente a un cerro de sandías frescas. Son parte de la cosecha de este año, así que llego a comprarle por lo menos una. Me la vende y y me dice: “Este dulzor no se encuentra e ninguna otra parte”, riéndose feliz. Me brinda un trozo de una que él se está disfrutando y la pruebo. Sí, es dulce y rojo intenso compite con el azul de la lona. Estos colores sólo aquí significan algo.

4. Por la tarde paso por debajo del puente Gómez Morín, el puente pando según la gente, y hago la fila cotidiana para poder seguir mi rumbo. En ese semáforo un voceador ofrece las noticias de la tarde, también vende manojos de espárragos flacos, producto que no se exportó y se vende en estas calles. Lleva una camiseta blanca con un logo azul, el lema azul, el rostro moreno. Es un hombre pequeño y la camiseta no es de su medida. Igual se la puso porque fue un regalo, porque sobró del reparto, porque no le importa qué ponerse mientras tenga algo qué ponerse. El muestra la portada del periódico, pero también, involuntariamente, muestra la propaganda estampada en la camiseta. La ironía es muy fácil, pero es real: “vamos a poner tras las rejas a los delincuentes”. En las ocho columnas del vespertino dice: “Se reanudan las ejecuciones”. El voceador pasa por mi ventanilla con una sonrisa inmensa, de maíz pelón.

5. La propaganda gubernamental partidera para que la gente se acerque a las urnas, es equívoca. Dicen o infieren que las circunstancias en las que vivimos y sufrimos es culpa de nosotros, los ciudadanos, ya que no votamos. De manera que el retruécano de nudos ideológicos es casi imposible de desentrañar: si no votas por mí, tendrás la culpa de que las cosas sigan igual. Pero si votas –claro que por mí- las cosas cambiarán, si no atente a las consecuencias. Creo que el pueblo tiene una sabiduría de siglos, comparada con los nuevos administradores del marketing gubernamental como para que estos se ufanen de señalar culpables. El pueblo sólo conserva lo que le es útil, lo demás lo tira a la basura, igual que la propaganda, igual que los candidatos.