Por Tomás Di Bella/Infosavia
Mientras la gente va a celebrar (no todas), en sus casas y en ausencia, alguien se repartirá el gran tamal. En el circo político de nuestro país, unos se adhieren al poder encumbrado, con sus vicisitudes, sus entresijos y sus traiciones –como les gusta decir a los opinadores-, para luego seguir haciendo lo mismo que han hecho siempre: negocios abogadísticos, ingenierías de lobby, presiones de fiscalías. Todo para beneficio de los engañadores profesionales, trátese de intelectuales repetidores, sicarios religiosamente armados, o militantes con ceguera moral y humanismo. Yo les deseo a todos, una navidad jugosa. El año que viene tiene tintes del año que se va. Hay que admitirlo con dolor profundo, hay masacres irracionales, por decir lo menos, y hay llamadas telefónicas del imperio para desear un buen curso al detente clásico. Y mientras las pandillas balísticas se disparan hasta que el parque se acabe –como si el parque se repartiera en dosis iguales- todo se convierte en una gráfica estadística. La trama, no nos da el contexto verdadero. Algunos dirán que exagero, pero no había existido una manera más rapaz de la guerra por el poder. Mientras la gente espera y recibe su pensión, allá arriba, y muy muy arriba, se burlan de la miseria necesaria para que la maquinaria siga su triqui traque de cinismo. Es cierto, hay ductibilidad, pero aún el barco del bienestar está ya contaminado. Las gubernaturas de todos colores se alinean, aparentemente en un acuerdo tácito: la clase política está dispuesta a ceder, cediendo ciertos matices progresistas ficticios, pero al final, entrando el año, usted y yo tendremos opinión en el asunto. Feliz navidá.