Por Tomás Di Bella/Infosavia
para Dina Mendoza
No voy a hablar del libro, no sería ético. Pero sí voy a hablar del libro, no del contenido, sino como objeto. Libro-objeto, me recuerda algo. Este libro experimento, como todo mundo diría en su lasitud, está hecho a mano. No tengo la fotografía para demostrarlo. Si me hubiesen dicho que dicho libro fue impreso lo hubiese creído. El objeto (un libro casi siempre es sujeto) llamado libro, es más bello como objeto, hecho a mano, que las mil de reproducciones en imprentas computarizadas. Las manos de Dina, con acierto, hurgue con paciencia desde no se sabe cuándo, hacer un libro, a mano, en la tranquilidad.
Entre todos hacemos un libro, o dos, y nos enamoramos de cada página, el hilo, la pasta dura, la risa frente al té mientras agarras el martillo para apaciguar tanta página. Y luego el armado de cada pliego que quede tal y como es, o fue. No he visto a Dina haciendo ello. Pero veo el libro en mis manos. Y por ello, me atrevo a pensar en esas manos lánguidas, con hijas supremas, pero armando fotos elegantes y trastopiesos literacos.
Crear un libro a mano, juntando las hojas, viendo la amalgama y el pegamento, juntar el hilo e iniciar darle vida a la vida interior del libro, es de gentes en la tierra. Libro que se lee, libro que se va, eso dicen. Libro hecho como canasta de tejido, con delicadas manos, libro valioso igual que el fuego.
