Por Rosa Espinoza
Uno anda sobre las banquetas y la ciudad es otra, es tuya. Cuando acudimos a las vías en el coche no ubicamos locales, casas, hospitales; nuestra brújula está limitada. En el auto la visibilidad es apocada por la exigencia del tráfico, la prisa, el mal humor, el estrés y otras desgracias. Caminar sobre las aceras te recobra, te devuelve al infante que fuiste, al escuincle que despavorido corrió bajo los árboles que dan anonimato y en tu pecho escondiste la travesura de tocar un timbre para no ser nadie tras de la puerta, para ser un prófugo de tus correrías. Compartir la banqueta con otros andantes puede remitirnos a una danza de cordialidad, al saludo y la sonrisa pasajera que se esfuma a la vuelta de la esquina. Dar el paso es un acto de amabilidad poco recurrida, es entender la prisa de los otros, la calma de los viejos, la torpeza del transeúnte despistado. Caminar por la banqueta es un ejercicio libérrimo, un acto de amor, un gesto que recobra nuestro civismo, porque andando hacemos la ciudad.
*Rosa Espinoza (Mexicali, B.C., 1968) es poeta, narradora y editora. Es propietaria del sello editorial Pinos Alados. Tiene dos hijos y tres gatos. Actualmente vive en Querétaro.