Carlos Alberto Gutiérrez Aguilar*
Tengo muy presente el momento: una madre de familia y su hijo adolescente visitaron el plantel donde laboro. Tras escuchar ella mi breve explicación sobre los servicios que presta la biblioteca escolar de la que estoy a cargo y las actividades que realizamos desde ella, me preguntó: “¿Y los alumnos todavía leen esos libros?”, señalando hacia nuestro acervo bibliográfico. Sin esperar respuesta continuó: “Ahora, con las computadoras y las laptops, ya nadie los lee”. Para entonces, su vástago se encontraba muy entretenido frente a las pantallas.
Desde agosto de 2021, cuando me convertí en maestro bibliotecario, he escuchado en numerosas ocasiones a profesores, padres de familia y personas de los más variados sectores expresar comentarios similares y concluir –palabras más, palabras menos– que las bibliotecas ya han perdido su razón de ser.
Ante este panorama, quienes nos dedicamos a la promoción y enseñanza de la lectoescritura nos enfrentamos a un gran dilema: ¿cuál soporte lector debemos fomentar en los días que corren, para lograr que las nuevas generaciones adquieran el hábito lector y mejoren su capacidad de comprensión textual: el impreso o el electrónico? ¿Debemos insistir en la lectura de libros en papel o, de plano, promover de lleno las habilidades digitales?
En las últimas dos décadas, investigadores de diferentes países han buscado dar respuesta a estas interrogantes. Entre ellos se encuentran los especialistas de la iniciativa Evolución de la Lectura en la Era de la Digitalización (E-READ), financiada por la Unión Europea y conformada por cerca de doscientos académicos y científicos de diversas partes del mundo que se dedican a investigar sobre alfabetización, lectura y edición.
Como producto de cinco años de trabajo, algunos de ellos publicaron en octubre de 2018 una serie de artículos en la revista First Monday, de la Universidad de Illinois (https://firstmonday.org/ojs/index.php/fm/issue/view/608), que tratan sobre las lecturas impresa y digital, la multitarea de las nuevas generaciones, la escritura a mano, entre otros temas relacionados.
Los siete artículos que conformaron el dosier fueron traducidos al español y recogidos en la obra Lectura en papel vs. lectura en pantalla, en abril de 2020, por el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERLALC), que –como se explica en su sitio web, https://cerlalc.org/– es un organismo intergubernamental auspiciado por la UNESCO; fue creado en 1971, tiene su sede en Bogotá y agrupa a 21 países, entre ellos México.
Los editores de la publicación son los profesores Miha Kovač y Adriaan van der Weel, el primero de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Liubliana (Eslovenia) y el segundo de la Universidad de Leiden (Países Bajos).
Ambos, precisamente, en su artículo “La lectura en una era postextual” exponen que esta actividad sigue siendo de gran importancia incluso en los tiempos actuales, de gran digitalización. Reconocen que, en efecto, el libro ya ha sido destronado por las nuevas tecnologías de su “papel central en la difusión del conocimiento y la cultura” (p. 18), pero señalan que el formato impreso que lo caracteriza sigue siendo el más adecuado para la realización de la lectura profunda (en textos extensos), que es la que conduce a “desarrollar las capacidades cognitivas, los nuevos conocimientos y el vocabulario y (a) alcanzar valores culturales tan importantes como el pensamiento crítico, la empatía y el desarrollo de puntos de vista” (p. 26).
Más adelante, Anne Mangenl (docente del Centro de Lectura de la Universidad de Stavanger, en Noruega) presenta en su artículo “Modos de escritura en la era digital: lo bueno, lo malo y lo desconocido” las desventajas de escribir en teclados y no hacerlo con lápiz y papel y, principalmente, los aspectos negativos de enseñar a escribir a los niños usando computadoras. En base a diversas investigaciones, expone que la escritura manuscrita “requiere y permite el enfoque y la concentración” (p. 35); dedica algunos párrafos a la toma de notas por parte de los estudiantes y advierte que cuando esta se hace a mano se logra una comprensión más profunda del contenido. Al respecto, cita a los investigadores Pam A. Mueller y Daniel M. Oppenheimer (de la Universidad de Princeton), quienes han prevenido: “Los computadores portátiles, a pesar de su creciente popularidad, pueden estar haciendo más daño que bien en las aulas” (p. 38).
La profesora noruega Hildegunn Støle es autora del artículo “El mito del nativo digital: ¿por qué necesitan libros?”, cuyo título anticipa con toda claridad su contenido. Explica las características de los llamados “nativos digitales” y expone que, a pesar de su relación tan estrecha con la tecnología, estos niños y jóvenes deben acudir a los libros impresos para desarrollar su comprensión lectora e, incluso, para lograr la eficacia en la búsqueda de información en línea. Aborda la necesidad de que los pequeños sean introducidos a la lectura por sus propios padres, a través de libros en papel, y no por tabletas o teléfonos inteligentes; además, presenta resultados de investigaciones que demuestran que es el uso de material impreso el que repercute positivamente en los aprendizajes y no su sustitución por la tecnología.
Por último, me referiré al artículo “La disminución de la materialidad en el tránsito de la lectura impresa a la lectura en pantalla”, de las profesoras danesas Theresa Schilhab y Gitte Balling y de su colega sueca Anežka Kuzmčová. En él, las autoras explican que el mayor nivel de comprensión textual que se logra al leer libros impresos se debe a que estos se encuentran en un formato que ha prevalecido a lo largo de los siglos y es perfectamente reconocible por el ser humano, lo que le permite a este recordar con mayor facilidad su contenido al relacionar la lectura con el soporte material con el que la realizó (cada libro es físicamente diferente, por lo que cada evocación será diferente). Esto no ocurre al leer en pantalla, pues generalmente siempre se utiliza el mismo dispositivo o uno similar, por lo que es más difícil construir un recuerdo. Por otra parte, exponen que durante la lectura de libros impresos se activa la imaginación en mayor grado que cuando se lee en formato electrónico, pues este generalmente se acompaña de diversas funciones que causan distracción al lector. Al final de su artículo, presentan algunas alternativas para lograr la comprensión en la lectura digital.
Retomo al dilema que planteé al inicio de esta reseña: ¿optar solo por leer en papel u olvidarnos definitivamente de este soporte para concentrarnos en las pantallas? Esta es, en realidad, una falsa disyuntiva. Lo que debemos hacer es reforzar la lectura profunda en formatos impresos y paralelamente avanzar en el dominio de las habilidades digitales.
Como dicen los mencionados investigadores Kovač y Van der Weel: “el hecho de poder combinar la lectura en profundidad basada en papel con la velocidad de la multitarea en línea, en los procesos de búsqueda de información, podría conducir a habilidades mentales completamente nuevas y a nuevas formas de pensar (Van der Weel, 2011). Si estos hábitos se imponen, el libro impreso y las prácticas de lectura en profundidad que este fomenta, combinados con una forma de alfabetización digital, pueden convertirse en uno de los medios más subversivos del siglo XXI, y seguirán siéndolo hasta que inventemos una herramienta igual o más eficaz que la lectura en profundidad para la construcción del conocimiento” (p. 26).
Lectura en papel vs. lectura en pantalla es una obra que debe leer toda persona interesada en la promoción y la enseñanza de la lectoescritura, principalmente los docentes de cualquier nivel. Tras concluir con sus páginas definitivamente se miran los libros y las computadoras de otra manera.
Referencia:
Kovač y Van der Weel (eds., 2020). Lectura en papel vs. lectura en pantalla. CERLALC-UNESCO. https://cerlalc.org/wp-content/uploads/2020/04/Cerlalc_Publicaciones_Dosier_Pantalla_vs_Papel_042020.pdf
* Profesor especializado en Literatura y Lingüística por la UABC. Maestro bibliotecario y divulgador de la historia local. gutierrezaguilar.ca@gmail.com