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De en seres. Piedra

 

Por Rosa Espinoza*

“…nadie las ve nunca a esas piedras que son de nadie”.
Gonzalo Rojas

Giganta mineral o estorbo en el zapato, las piedras nos parecen entidades de una vida inerme. Para quienes hemos atravesado la Sierra de Juárez, camino al poblado de La Rumorosa, las piedras no son lo mismo, nos significan, nos son, y aunque muchos de nosotros desconocemos qué contienen, un camino de moles silíceas entreveradas a los matorrales y pinos, de maternales redondeces, son seres que dialogan, dicen, hablan porque juegan con la luz, se divierten con el viento, con nuestras ganas de tocarles, de sentirles cerca. Son protectoras de la vida, en ellas habitan organismos que las colonizan para salvarse de la adversidad, tienen un compromiso con lo suyo, son matronas de la historia que les habita y resguardan en su centro. Se les dice piedra, roca, guijarro, pedrusco, pero su mejor nombre es canto, porque eso hacen con el silencio, pregonan su voz de granito; pierden su hosquedad con el aire que las peina una y mil veces para hacerlas pronunciar vocablos que sólo en secreto son comprensibles. Sujetan, sostienen, amarran, abrazan. Son un estallido mudo de voces minerales y un muro silencioso que te rescata de la ventolera. No las olvides, el mejor homenaje a su inmensidad es pensarles, así les das vida en tu vida.  

*Rosa Espinoza (Mexicali, B.C., 1968) es poeta, narradora y editora. Es propietaria del sello editorial Pinos Alados. Tiene dos hijos y tres gatos. Actualmente vive en Querétaro.