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Las protestas

 

Foto: Vanguardia Juvenil Agrarista Cen

Por Yolanda Sánchez Ogás*

Desde principios del siglo XX, los mexicalenses han luchado contra disposiciones del gobierno, utilizando primero las solicitudes escritas o verbales y al no obtener respuestas favorables, han usado el único método que parece preocupar al gobierno; las manifestaciones masivas. A estas se ha respondido de diversas maneras, pero nunca en el pasado, con violencia extrema.

Cuando cientos de campesinos dirigidos por Marcelino Magaña tomaron tierras del oeste de la población, exigiendo un reparto agrario, el gobernador Abelardo L. Rodríguez respondió creando la colonia Progreso. Vendió parcelas a 230 campesinos, pero ningún magañista pudo adquirir tierras. Decepcionado, Magaña abandonó Mexicali.  

A los campesinos que en 1937 dirigidos por Hipólito Rentería tomaron los ranchos donde trabajaban, se les detuvo dos o tres días, en tanto el presidente Lázaro Cárdenas ordenaba que los liberaran. Se comprometió a resolver el problema y dos semanas después inició el reparto agrario que dio lugar a la creación de los ejidos del valle.

Mi participación en movimientos de protesta inició en 1956. Ese año tuvo lugar una huelga general en el Instituto Politécnico Nacional. Los alumnos exigían que se conservaran algunos beneficios que hasta entonces les habían otorgado y que el gobierno planeaba eliminar. El movimiento de huelga fue apoyado por los estudiantes del Instituto Agua Caliente de Tijuana y se hizo extensivo a todos los planteles de nivel medio en Baja California, promovida por la Federación de Estudiantes de Baja California.

Los alumnos de la “18” participamos también en la huelga, por nuestra edad, (estábamos en primero), la mayoría no entendíamos muy bien de que se trataba, pero había que solidarizarse con el resto de los alumnos del estado. Pese al desconocimiento del asunto, todos tratábamos de cumplir con las guardias de 24 horas que se hacían en varios turnos.

Los hombres mayores hacían guardia durante la noche, pero los más chicos y las mujeres permanecíamos en la escuela sólo durante el día. Todo transcurría tranquilamente, pero una mañana, cuando casi todo el alumnado cumplía su turno de guardia en los patios, cundió la voz de alarma: ¡La policía! ¡La policía! ¡Una patrulla! La mayoría corrimos hacia el interior de la escuela, temerosos por la llegada de la policía. Falsa alarma, volvió la calma cuando se corrió la voz de que sí era un jefe de policía, pero sólo iba a buscar a su hija, la compañera Hilda Partida.

En 1961, los granjeros del valle de Welton Mohawk, Arizona. E.U.A. empezaron a lavar sus tierras salitrosas y arrojaban el agua salada hacia el bajo Río Colorado con su carga de 3,000 ppm, es decir, con un índice salino muy por arriba del límite apto para la agricultura, considerado en 1300 ppm. En las tierras del Valle de Mexicali, la producción agrícola bajó tanto que el gobierno federal se vio obligado a buscar la solución del problema por vía diplomática, sin que lograra resultados en el corto plazo.

Los campesinos agrupados en la CNC formaron el COMITE DE DEFENSA DEL VALLE DE MEXICALI y organizaron las marchas de protesta y plantones frente a la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos (SARH) para presionar al gobierno de México, y que este a su vez, exigiera a Estados Unidos que se suspendiera el envío de agua salada. Los mexicalense apoyamos a los campesinos en sus manifestaciones y paros frente a las oficinas de la SARH.

En ese lapso que hubo protestas, solo una vez nos asustamos, cuando nos manifestábamos frente al consulado estadunidense en Madero y Azueta. Alguien gritó que venían los soldados y nos dispersamos, pero fue falsa alarma y la manifestación continuó. Más de una década y la exigencia campesina a tres presidentes: Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría, después de muchas reuniones, estudios y protestas, prevaleció la justicia y el 30 de agosto de 1973 se firmó el Acta 242, llamada Solución Permanente y Definitiva del Problema Internacional de la Salinidad del Río Colorado.

Muchas otras protestas hubo a lo largo de los años, de profesores, agricultores, estudiantes, contra la imposición de un candidato militar al gobierno del estado, taxistas, sociedad civil contra el alto costo de la energía eléctrica, mujeres que buscan seguridad para sus vidas, y muchas otras manifestaciones. Sólo fue sometida por la fuerza, la huelga de la UABC en 1980, tanto en la escuela preparatoria, donde yo trabajaba y me encontraba ese día, como en la unidad universitaria.

En 2017, los mexicalenses nos manifestamos contra el cambio de placas y otros problemas. Miles de mexicalenses participamos en una marcha que fue referente nacional y las demandas se cumplieron. Toda una larga historia de luchas de la sociedad y la respuesta de las autoridades fue casi siempre favorable, pero sobre todo se ha respetado el derecho a manifestarse, sin que las autoridades hagan uso de la violencia.

Por eso asombra, que ahora que tenemos un gobierno que se dice sensible a las necesidades del pueblo, que dice “llevar el corazón por delante”, haya habido una terrible represión a los agricultores que se manifestaban buscando una solución justa a sus demandas.

Sobre todo, resulta difícil de entender que una mujer, ordene atacar a un grupo de mujeres y hombres que respetuosamente solicitaban solución a su demanda. El pretexto, que abrieron las llaves de los tanques vacíos de amoniaco, fue ampliamente explicado por los agricultores, pero ¿Para ordenar cerrarlas se ocupaban las enormes grúas dispuestas con antelación?

Quienes conocemos el valle, sabemos lo difícil que es el trabajo agrícola y los elevados costos de los insumos. Los llamados apoyos al campo, como dijo el presidente en una mañanera, se entregan a quienes producen para autoconsumo.

Los agricultores del valle comercian sus productos, y buscan precios de garantía que les reditúen ganancias, entonces no tienen derecho a apoyos, en la óptica del gobierno. Como los agricultores expresan, después de todo un año de trabajo, la mayoría quedará con cartera vencida.

*Es profesora normalista e investigadora de la historia bajacaliforniana. Autora del varios libros de texto: historia regional (1988), Bajo el sol de Mexicali, El movimiento agrario del valle de Mexicali (1987), De tierras muy lejanas (1988, en coatoría con Gabriel Trujillo Muñoz). Designada cronista de Valle de Mexicali y entre sus últimos libros esta “Historia de los chinos en el Valle y ciudad de Mexicali”.