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Bicitecleando. Un mundo bizarro de campañas (consejos de un ciudadano)

 

Tomás Di Bella*

De mí se acordará, le va a ir bien.

*Poeta, cronista, editor, traductor y carpintero (Ensenada, B.C., 1954). Ha sido columnista y su obra a parece en revistas y antologías nacionales y norteamericanas. Es autor de siete poemarios y tres libro de crónica.

Foto: Pexels

Si usted quiere ser verdaderamente un candidato cándido, lo que se llama honesto, diga la verdad sobre sus pretensiones a las multitudes, le aseguro que votarán por usted, porque no hay cosa que aprecie más la gente que la honestidad, no importa qué tan terrible sea ésta. Primeramente, no se vaya a recorrer el país y sus comunidades diciendo que piensa arreglar la creciente violencia y cómo le va a hacer. Tampoco hable de las relaciones que el país tendrá con otros países, como el vecino bárbaro del norte o el lejano-cercano de oriente. Mucho menos no dé estrategias efectivas para combatir la pobreza o de que va a disminuir el feminicidio con mesas de consulta y timbres de emergencia. Nunca jamás plantee asuntos de migración, cada vez será más gente la que llegará al país, no, deje que fluya la corriente migratoria y no hable de ello. No hable de compañías como Monsanto transgénico ni mucho menos de las concesiones milenarias canadienses para explotación minera. No, deje que fluya la corriente mineral. Le aconsejo que no se ría tanto, póngase serio en ocasiones serias, pero luego échese un taco en alguna población adónde no regresará jamás a echarse ese taco que quizás le caiga mal. Póngase una camisa tejida por mujeres de Juchitán, pero luego quítesela cuando se reúna con empresarios indolentes y colmilludos, nunca está demás tener camisas limpias y corbatas de fina alcurnia, uno nunca sabe. En esencia, de lo que se trata es de caer bien, no de establecer una discusión sobre los problemas reales del país. No hable de la militarización hormiga, es decir, de cómo poco a poco el ejército está fincando bastiones, pacíficamente, para defender la soberanía y dominar. Hable de la derecha siendo de izquierda y luego hable de la izquierda siendo de derecha, asegún el escenario. Derecha, izquierda, derecha, izquierda, derecha, izquierda, y así, caminando. Nunca se sitúe en el centro, eso sería la muerte de su imagen, evada mejor estos temas. Baile cuando tenga que bailar y siéntese serio cuando tenga que hacerlo. Vaya a la iglesia más cercana y luego vaya a su tienda de conveniencia más cercana, al fin es igual. Diga siempre que todo va a estar bien, porque todo está mal. Pero esto no lo diga muy seguido, calcúlele, póngale dosis. Asesórese con asesores expertos en marketing, después de todo, usted es una mercancía que se compra en las urnas. Ya verá cuando esté en el poder, ahí sabrá a quién pagarle las adendas ocultas. No hable de honestidad, esto sería un suicidio político. Cuando se habla de honestidad en las campañas siempre resulta en saldo a pagar. Le remito, y esto es un consejo honesto, seguir lo que dijo un escritor oscuro pero brillante, don Roberto Arlt, que decía:

“Si usted quiere ser presidente, no hable en favor del maíz, del petróleo, del trigo, del impuesto a la renta; no hable de la fidelidad a la Constitución, al país; no hable de defensa del obrero, del empleado, de los niños. No; si usted quiere ser presidente, exclame por todas partes: Soy un ladrón, he robado… he robado todo lo que he podido y siempre”.