Fotos y Texto: Carlos Alberto Gutiérrez Aguilar*
En estos días de fin del ciclo escolar, a pesar del cansancio tras diez meses de desgastante labor, muchos profesores estarán ya programando actividades para el ciclo lectivo que iniciará el próximo mes de agosto. Y muchos otros lo harán una vez transcurridas las semanas de receso escolar.
Me parece muy recomendable que unos y otros consideren las visitas con sus grupos de estudiantes a sitios de interés histórico de nuestra entidad, en la que, si bien carecemos de escenarios donde hayan transcurrido las principales gestas de nuestro pasado nacional, sí contamos con lugares que contienen todavía vestigios de hechos significativos para la conformación de nuestra identidad.
Una opción muy interesante la conforma la red de museos históricos, entre los que podemos mencionar los comunitarios (como: El Asalto a las Tierras y Cucapá Juan García Aldama, en el valle de Mexicali; Altagracia A. de Arauz, en San Vicente, y El Rosario, ambos en el municipio de San Quintín; Colonia Rusa del Valle de Guadalupe, en el municipio de Ensenada, y Tecate, en la ciudad del mismo nombre), así como los de sitio (Zona Arqueológica El Vallecito y Campo Alaska, ambos en La Rumorosa, y Wa-Kuatay, en Playas de Rosarito).
Otros importantes recintos museísticos en nuestro estado son: en Mexicali, el de la UABC (Instituto de Investigaciones Culturales-Museo); en Tijuana, el de Historia (dependiente del ayuntamiento) y el de las Californias (en el CECUT), y en Ensenada, el Histórico Regional, Ex Cuartel de la Compañía Fija, y el de Historia (Secretaría de Cultura).
En mi primera colaboración para Info Savia, el 23 de abril pasado, me referí a “Los beneficios de conocer la historia local” (Gutiérrez, 2023). Vuelvo hoy al tema y recupero lo que expone el catedrático emérito de la Universidad de Barcelona Joaquín Prats: “los estudios de historia local o el trabajo con fuentes del entorno permiten diversas posibilidades en el orden didáctico” (Prats, 2001, p. 80). Y enlista:
1) Los alumnos pueden comprender que los restos que existen en la localidad, así como los documentos antiguos, “son fuentes interesantes que pueden ser utilizadas para la comprensión de la Historia”.
2) El profesor tiene la posibilidad de “enseñar que los conocimientos, las habilidades y las técnicas que permitirán identificar y analizar estos restos, son propios del conocimiento y método general de la investigación sobre el pasado”.
3) Se puede “capacitar a los alumnos para reconstruir hechos y acontecimientos que pueden iniciarlos en la interpretación histórica, siempre que se incorporen los conceptos teóricos necesarios”.
4) Es posible “despertar en los alumnos curiosidad por la exploración histórica del entorno, fomentando el interés por el descubrimiento del pasado. Y (…) crear una cierta cultura de ocupación del tiempo libre apetecible, tanto fuera del tiempo escolar, como más allá de los años de escuela”.
Sin embargo, el autor advierte que no se debe poner directamente en contacto a los estudiantes con los vestigios y documentos antiguos sin haber preparado materiales adicionales que los hagan comprensibles para ellos.
“La visita a un determinado museo –dice– puede convertirse en una actividad tediosa, si se limita a hacer deambular por las salas al grupo de alumnos. Lamentablemente, la mayoría de los museos no están demasiado preparados para ofrecer una visión didáctica de lo que contienen. Quizá los paneles y los elementos expuestos pueden constituir un ejemplo de claridad expositiva. Pero aquí nos estamos refiriendo a la no existencia de salas específicas para el aprendizaje escolar, donde el número y la calidad de las piezas expuestas estén pensadas y programadas para ejecutar actividades de descubrimiento por parte del alumnado de los diversos centros que los visitan (…) Por lo tanto, el profesor deberá elaborar guías de visita en las que la actividad del alumno se concrete y se centre en el análisis de unas cuantas vitrinas u objetos –pocos– de los que tendrá que obtener una prevista información histórica” (Prats, 2001, p. 82).
De la variedad de museos existentes en el estado, quizá el Campo Alaska sea uno de los menos conocidos. Se ubica en el poblado La Rumorosa, en el inmueble donde antiguamente se asentó el cuartel de la tropa que brindaba seguridad al campo del mismo nombre, complejo construido por el gobernador Abelardo L. Rodríguez con propósitos turísticos, pero también administrativos, ya que durante el verano el mandatario despachaba desde ese lugar para escapar del intenso calor mexicalense (Gruel, 2012).
En ese mismo edificio funcionó después, durante 27 años, un hospital destinado originalmente para enfermos de tuberculosis y lepra, entre otras enfermedades infecciosas, pero que a los pocos meses incluyó entre sus beneficiarios a los “dementes”. Los primeros pacientes los envió allá el gobierno de Carlos Trejo Lerdo de Tejada en 1931. Y en los últimos meses de 1958, el sucesor de este, Braulio Maldonado Sández, ordenó la clausura del sitio debido a las malas condiciones en que se brindaban sus servicios (Gruel, 2017).
La construcción estuvo abandonada durante medio siglo, hasta que en 1997, por iniciativa del Patronato Pro-Centro Cultural Alaska, se empezaron las labores de rescate, conjuntamente con el Centro INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia) en el estado y con el apoyo del Corredor Histórico Carem (Camino Real Misionero de las Californias), el Fideicomiso Autopista Rumorosa (Fiarum), el gobierno estatal y algunas empresas privadas.
El museo se inauguró el 19 de marzo de 2005, con su primera exposición: “Camino Nacional: la obra monumental del coronel Esteban Cantú”. Diez años después quedó bajo la custodia del Centro INAH (CINAH) y se le catalogó como museo de sitio. Ya bajo la administración de la dependencia federal, se montó la exposición “Nómadas de barro, alfarería prehistórica y actual de Baja California” (El Vigía, 2019).
Actualmente, pueden apreciarse en el museo las exhibiciones “Donadores del pasado: Cerámica yumana y misional recuperada del olvido”, en el ala derecha del recinto, y “Maíja Awí: La serpiente del conocimiento”, en el ala izquierda.
La primera muestra una serie de objetos de cerámica de diversos orígenes que estaban en poder de particulares en distintas comunidades de la entidad y que fueron entregados al Centro INAH de manera voluntaria, pues por ley este organismo es el encargado de resguardar dicho patrimonio histórico (CINAHa).
Se explica en ella la importancia del estudio de la cerámica arqueológica y se menciona que en la Sección de Arqueología de Mexicali del CINAH en el estado se han podido recrear en arcilla objetos de los que se habían rescatado solamente algunos fragmentos. Para conocer cómo habrá sido el proceso de elaboración de las vasijas y las ollas, se ha observado la labor de los ceramistas paipai, que son “herederos vivos de esta tradición” (CINAHa).
En la segunda exposición se narra el mito de creación kumiai “Maíja awí: la serpiente dadora del conocimiento”, a partir de versiones recogidas a principios del siglo XX. Además, se muestra el entorno geográfico en que se desarrollaron las culturas yumanas bajacalifornianas y se explican algunas de sus tradiciones. Pueden verse instrumentos de uso cotidiano, así como algunos ejemplos de su vestimenta (CINAHb).
Mientras las explicaciones escritas de la primera exposición no son fáciles de seguir –pues las cédulas informativas tienen texto amplio y abundantes tecnicismos, además de que se dificulta visualizarlo por su fondo color naranja oscuro–, la segunda exhibición resulta más atractiva para el visitante.
Sin embargo, ambas son bastante ilustrativas sobre las culturas indígenas nativas de nuestra región y representan una excelente introducción para su conocimiento, que se podría enriquecer con recorridos sucesivos por las comunidades donde radican sus descendientes.
El museo de sitio Campo Alaska abre sus puertas de miércoles a domingo, de 8 de la mañana a 5 de la tarde. Pueden ingresar gratuitamente menores de doce años, personas con discapacidad y adultos mayores. Cualquier otra persona debe cubrir una cuota de recuperación de ocho pesos.
Definitivamente, vale la pena conocerlo. Los maestros y sus alumnos no deben omitir visitarlo durante el próximo ciclo escolar.
Referencias
CINAHa. Donadores del pasado: Cerámica yumana y misional recuperada del olvido. Exposición museográfica, museo de sitio Campo Alaska.
CINAHb. Maíja awí: La serpiente de conocimiento. Exposición museográfica, museo de sitio Campo Alaska.
El Vigía (2019, 5 de agosto). Renace el Campo Alaska. https://www.elvigia.net/general/2019/8/5/renace-el-campo-alaska-333226.html
Gruel, V. (2012, julio-diciembre). Corrupción y filantropía en el Hospital de La Rumorosa, 1931-1958. Culturales (pp. 123-158), 8(16). https://culturales.uabc.mx/index.php/Culturales/article/view/140/139
Gruel, V. (2017). Rumor de locos. El Hospital de La Rumorosa, 1931-1958. Archivo Histórico Pablo L. Martínez. http://www.archivohistoricobcs.com.mx/files/libros/pdf/RumorDeLocos.pdf
Gutiérrez, C. (2023, 23 de abril). Los beneficios de conocer la historia local. Info Savia. https://infosavia.com/2023/04/23/beneficios-historia-local/
Prats, J. (2001). Enseñar Historia: Notas para una didáctica renovadora. Junta de Extremadura.
Secretaría de Cultura. Museos en Baja California: 28. https://sic.cultura.gob.mx/lista.php?table=museo&estado_id=2&municipio_id=-1
*Profesor especializado en Literatura y Lingüística por la UABC y divulgador de la historia local. Correo electrónico: gutierrezaguilar.ca@gmail.com. Sitio web: Tallereando.net.