Por Rosa Espinoza
Brizna,
partícula inocua del revoloteo,
comparsa de piel y arena,
residuo de la mesa,
remanente de una cena
que se viste de sal sin testamento
y perece en el plumero.
Pudiste ser un banquete,
festín de una minúscula existencia,
convite en el apetito bermellón de la hormiga.
Pero el jalón violento y ciego de la escoba
extirpó la ruta y te empujó a la pelusa,
a la membrana desgajada de la mosca.
Eres menos que nada
un habitante que duda en los suspiros
del polvo que somos.