Por Rosa Espinoza*
Dúo de espejos. Sables infalibles que abren paso al vacío, horadan la tela, muerden el papel. Cuchillas diamantinas que dividen, rajan, separan. La dentada es suave, de paso firme y tremebundo, como el andar de un gato. Las tijeras no son un arma sino una posibilidad. Frente a la cartulina o el retazo de chifón, en contubernio con el pegamento o el hilo, hay tijeras que abren el infinito: un vuelo de mariposa, el vestido volante para la muñeca y, en el impulso abusivo, confeti de revista que rellena el cascarón pintado para la cosecha en la pascua de conejos imaginarios y secretos. Nunca un cuchillo, siempre un eslabón para construir, las tijeras son la desunión que abre paso a lo otro, lo nuevo, lo inventado. Una tragedia contra el pelo: el despojo de caireles. Las tijeras son primas lejanas de la tijereta, fantasiosa pariente lepidóptera. Voraz tiburón de los empaques o bailarina de puntas delicadas para la soñadora. Ave de tajo hiriente y severo que corta en dos, separa, libera. Las tijeras son vuelos con dientes.
*Rosa Espinoza (Mexicali, B.C., 1968) es poeta, narradora y editora. Es propietaria del sello editorial Pinos Alados. Tiene dos hijos y tres gatos. Actualmente vive en Querétaro.